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Bellísimos discursos sobre la justicia, pero...

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto



Al presidente le molesta que los medios de
comunicación divulguen la ola de criminalidad
que azota al país.

Las disertaciones sobre cualquier tema que esté actualmente en boga, siempre tendrán la magia de una buena labia; recién terminó la Conferencia de Procuradores de Justicia del Sur y Sureste de México, aquí en Tuxtla Gutiérrez. Hubo ponentes de todos los calibres, de todas las categorías y con un cargamento de experiencia en materia de procuración y administración de justicia. En ese foro –que debió aprovecharse para compartir más a fondo tácticas y estrategias– hubo bellísimos discursos sobre el asunto de la justicia que, quieran o no admitirlo, sigue siendo el talón de Aquiles de todas las administraciones gubernamentales, pese al esfuerzo que políticamente se hace dentro de los esquemas meramente obligatorios.
Uno de los exponentes, viejo lobo de mar en materia de justicia y con credenciales legislativas poco afortunadas, llegó para desenfundar toda una letanía de frases que arrancaron aplausos, pero no provocaron las reflexiones adecuadas entre los asistentes, quienes, como debe ser, dedicaron su tiempo a exaltar la virtud de tener un empleo bien remunerado aunque los costos sociales no refrenden el fatuo palabrerío. Que el pueblo tiene sed de buenos jueces, es absolutamente cierto, pero es, para desgracia nuestra, la más grande utopía el solo hecho de tener ése deseo.
Recientemente nos preguntábamos cuáles serían las cargas penales a los jueces que, bañados en una corrupción extendida hasta más allá de cualquier límite, liberan a criminales de alta peligrosidad con fianzas ridículas y peor aún, aplicando criterios unipersonales y contrarios a lo que las actuales leyes establecen. Para nadie es secreto que los juzgados son una especie de “bolsa de valores” en la que se corren apuestas, pagos subrepticios, sobornos y toda clase de negocios al margen de la ley.
No es fanfarronería cuando se dice que las cárceles están llenas de gente pobre; es una realidad tangible, lastimosa, vergonzante. Durante la dictadura salazarista, me encontraba en la antesala del médico legista de la cárcel de El Amate; ahí esperaba también un hombre que ése día sería liberado. Me contó que solo estuvo 14 días en la prisión. Sus delitos eran graves, de esos que la ley, explícita y contundentemente, dice que no alcanzan fianza: Asalto a mano armada, intento de homicidio, secuestro, asociación delictuosa, lesiones agravadas, resistencia a la autoridad, portación de arma de uso exclusivo del ejército, homicidio premeditado, extorsión y amenazas. Sin embargo, con el módico pago de 16 mil pesos de fianza, aquel hombre salió libre.
¿Cuánto pudo haber recibido el juez para dictar una orden contraria a lo que las leyes establecen? Yo estaba siendo procesado por el jamás comprobado delito de difamación, demanda promovida por una funcionaria de quinto nivel de la dictadura pablista y el juez había, inicialmente, impuesto una fianza de ¡300 mil pesos! Por fin, la redujo a 100 mil, luego de varios días de papeleo ocioso y brutalmente burocrático. No es pues, raro que muchos jueces vean en la delincuencia, una veta de oro con la cual se enriquezcan y corrompan a la justicia. Es una costumbre que se ha arraigado penosamente y que hasta ahora, ningún discurso bonito ha podido erradicar.
Las conferencias, foros, mesas de debate, reuniones de trabajo, congresos y demás reuniones que tengan a bien organizar, deben ser más sustanciosas; deben alejar la perorata fácil y poner sobre la mesa, casos concretos de corrupción para en realidad combatirla. Como hemos dicho siempre, leyes severas contra la criminalidad, hay de sobra; el asunto está en que no se aplican, no se cumple con sus criterios. La corrupción se podrá erradicar el día que se dicten leyes severas contra los jueces y ministerios públicos que las corrompan. ¿Llegará ese día? Francamente, lo dudamos. Seguiremos escuchando bellas piezas de oratoria, frases deslumbrantes y discursos empalagosos. Se trata de accionar, no de hablar por hablar. Los esfuerzos son loables, no lo negamos; pero hace falta mayor contundencia en la limpieza de la casa.

Tarjetero

*** El rector de la UNACH, Ángel René Estrada Arévalo, ha sido pillado en la intención de crear problemas sindicales en esa casa de estudios. No es para menos. Estrada Arévalo viene de la vulgar escuela de Pablo Abner Salazar y acostumbrado está a cometer todas las brutalidades que se le vengan al diminuto cerebro. Crear una sindicato paralelo, ha sido su enfermizo sueño. Sabe que solo así podrá hacer de las suyas. Ojalá y los sindicalizados de ahora, le pongan un freno. Por cierto, Estrada Arévalo no ha sido aún investigado por la muerte de aquella treintena de niños del Hospital de Comitán. Recordemos que desvió recursos de ese nosocomio para la construcción del estadio “Víctor Manuel Reyna”, donde actualmente juegan los perdedores de toda la vida: Los Jaguares. ¿Cuándo se le va a investigar? ¿Cuándo será castigado por ese crimen de lesa humanidad? *** No con ocultar la realidad, el problema va a desaparecer. Sucede que ayer, el presidente Felipe Calderón, se quejó en Yucatán que los medios de comunicación “dan voz al narcotráfico” al difundir los hechos que se suscitan con la actividad de quienes se dedican a ese asunto. No se puede ocultar lo que sucede en el país. Imposible cerrar los ojos y hacer como que no pasa nada. Eso se llama autismo político. Y si el Presidente llama al país a volverse autista, la cosa es sumamente preocupante; muy, muy, muy grave. Calderón debe tener cierto que los medios, son para comunicar toda clase de noticias, no solo aquellas que satisfagan el ego, de su gobierno, por ejemplo. Debe recordar que la primerísima obligación del periodista es no callar. Ya solo falta que ordene detenciones de dueños de periódicos, estaciones de radio y televisión y periodistas, bajo la acusación de ser “voceros del narcotráfico”. Preocupante, insisto, muy preocupante la postura presidencial. *** Luego nos leemos.
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ksheratto@gmail.com
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