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El drama de los niños indígenas

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


Mientras Elba Esther y sus yernos
se pelean los recursos de un Sindicato
amariconado y el Gobierno Federal
hace mutis irresponsable, miles de
niños indígenas sufren la educación.

Desde la perspectiva de las autoridades educativas, los albergues escolares para que los niños indígenas terminen la primaria, es halagüeño; pero la realidad es lacerante, abrumadora, terrible. Un albergue en los municipios indígenas de Chiapas se asemeja en mucho a las barracas donde los vietnamitas mantenían prisioneros a los soldados norteamericanos, con la única diferencia que los habitantes de esos lugares, son niños que deben caminar hasta seis horas para llegar a la escuela (o viceversa) y quieren, algún día, sin ellos saberlo, ser parte de las estadísticas de alfabetización que otorguen al Gobierno de México un status cómodo ante el resto de gobiernos del mundo y desde luego,
de algunos organismos internacionales dedicados a gestionar u otorgar préstamos.
En el sexenio pasado, tanto Fox como Salazar, se llenaron la boca con anuncios triunfalistas sobre el combate al analfabetismo en las zonas indígenas. En uno de sus informes, el exdictador se apegó al programa operativo del Instituto Nacional Indigenista y sin más, dijo que en dichos albergues, los “beneficiados” gozaban de becas alimenticias (tres tiempos de comida al día), material didáctico, gastos de operación, material de limpieza, compensaciones a jefes de la SEP y a maestros comunitarios, compensaciones diversas, higiene y limpieza y predomingo. Esto del “predomingo”, sabrá Dios que cosa es. Supuestamente, esos eran gastos a cargo de la Secretaría de Educación Pública, suponemos, a través de los desaparecidos Servicios Educativos para Chiapas (SECH). Y así creíamos que estaba el asunto hasta el sol de hoy.
Pero resulta que actualmente, según hemos constatado, la SEP que en Chiapas fusionó a los SECH con la Secretaría de Educación estatal, sólo otorga un recurso mínimo a esos albergues, exclusivamente para comida. De hecho, esa medida siempre ha sido así, desde el sexenio pasado. Habrá qué pedir a la Contraloría General del Estado y al Órgano de Fiscalización Superior, que revisen las cuentas de Alfredo Palacios cuando fungió como titular de Educación, pues la realidad contrasta espeluznantemente con las cifras manipuladas que entonces ofreció Pablo Abner Salazar. Esto, porque en el informe al respecto presentado por el mismo Salazar, quedó plasmado que para los niños indígenas de tales albergues, había programas pagados por el gobierno en beneficio de éstos, a saber: alimentación y hospedaje de lunes a viernes, apoyo a las tareas docentes, educación extraescolar, atención a la salud, capacitación para el trabajo agropecuario y artesanal, promoción para el rescate y valoración de su cultura y fortalecimiento de la conciencia de solidaridad y su compromiso ciudadano. Objetivos también tomados del proyecto del INI para adornar el discurso de entonces.

Números escalofriantes

La educación, no de ahora sino de siempre, ha sido la menos entendida en México y Chiapas. La menos apoyada en las regiones más pobres. También es espantosamente selectiva. Gilberto Guevara Niebla y Olac Fuentes Molinar, dos de los más notables estudiosos del fenómeno educativo mexicano, presentaron recientemente el resultado de un estudio sobre el gasto del gobierno mexicano en materia educativa.
En el llamado Programa “Escuelas de Calidad”, se descubrió que el Gobierno Federal debería destinar, en un promedio nacional, 8 mil cien pesos en la educación de un estudiante. No obstante, la media no se cumple puesto que en Jalisco (y así suponemos que debe ser en estados como Nuevo León, Guanajuato y otros estados del norte) en la formación escolar de un niño, el Estado eroga 16 mil pesos. En Puebla, el Estado gasta 5 mil trescientos pesos por cada alumno. En las zonas indígenas de Chiapas, la erogación, dicen los expertos, es de apenas 700 pesos por alumno, o sea, 12 veces menos que en la zona urbana con menor gasto en relación a Jalisco y Puebla. Y ésos 700 pesos incluyen el pago de maestros, mantenimiento de la escuela, dotación de libros y material didáctico.
Espantosa diferencia que sin embargo, ayuda a desnudar al sistema educativo, cuyo discurso, es puro palabrerío hueco, sin sentido ni comunión con la verdad. Y si al ya de por sí grave e inaceptable desequilibrio en el gasto educativo agregamos el constante ausentismo de los maestros que se la pasan de huelga en huelga y sobre esto, la ambición de la familia de Elba Esther Gordillo Morales que pretende manejar la educación como carnaza de perro, tenemos una educación sin futuro para los mexicanos. La falta de seriedad y compromiso del Gobierno Federal para con la educación, está permitiendo que una sola familia obstruya un derecho que a todos pertenece. Basta ir a ver cómo sobreviven los niños indígenas en los albergues, para darnos cuenta de una crisis que casi nadie quiere ver. Elba Esther y la caterva que tiene por familia, no deben ni pueden ser el centro de un asunto tan importante; eso lo deben entender las autoridades educativas de Chiapas, quienes están más pendientes de los gritos de la señora Gordillo, que de la desesperanza de los niños indígenas. Ellos valen más que esa señora que se ha hecho millonaria a costillas de los maestros agachones que no tienen valor de echarla del Sindicato y de una educación en crisis.

Tarjetero

*** Víctima de un lamentable accidente murió ayer Julio César García Cáceres, el famoso “Chimbo”, exalcalde de Tuxtla y líder del PRI municipal al momento del deceso. En vida también fue víctima de intrigas palaciegas, venidas de viejos políticos anquilosados del PRI (cuando entonces era partido y no bola de rufianes como ahora) lo que lo llevó a la cárcel cuando se perfilaba para ser candidato a gobernador. Hoy, un grupo de amigos suyos, le rendirán honores en el Parque de la Marimba, centro recreativo que él como alcalde hizo y que hoy, es referente cultural y costumbrista de Tuxtla en México y varios países. El homenaje será a las 10 de la mañana. Descanse en paz y resignación a su familia. *** Luego nos leemos.
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