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Rescatando a las guacamayas de la Lacandona

Colorido y belleza en riesgo

El esfuerzo de un grupo de ecologistas, poco a poco encuentra resultados interesantes

(SRN).- “Las Guacamayas” es un centro vacacional de contacto directo con la naturaleza, ubicado en la Selva Lacandona, en el municipio de Marqués de Comillas, a 220 kilómetros de Comitán por la carretera Fronteriza del Sur y a 240 km de Palenque. Se ubica en la localidad Reforma Agraria, en la ribera del río Lacan-Tun, línea limítrofe de la reserva de la biósfera Montes Azules, y toma su nombre del Ara macao, la guacamaya roja que encuentra en el lugar, por la exuberante vegetación y el caudaloso río, el lugar ideal para reproducirse.

En este lugar, además de poder conocer de cerca la fauna silvestre en las mil 200 hectáreas de selva, el paseante tiene la alternativa de realizar paseos acuáticos observando la unión de dos ríos cuyas corrientes no se mezclan y conservan su coloración original: verde esmeralda uno y azul intenso el otro, además de realizar caminatas al interior de la jungla, paseos a caballo, practicar el senderismo y campig y, particularmente, descubrir la vida de la guacamaya roja, con más de 100 parejas a la vista del visitante.
Es, para la Sociedad Cooperativa Ara Macao, el
centro de su

atención y, prácticamente, su proyecto de vida. De su preservación depende no sólo su supervivencia, sino el mantenimiento del equilibrio ecológico en el mundo.
José Hernández Lara, socio de la sociedad Ara Macao, recuerda que en el año de 1990 había sólo unos 10 pares de la guacamaya roja, sobrevolando en la zona lacandona, a pesar de la decisión del grupo de no atacarla por ningún motivo.
“De pronto nos dimos cuenta: si nadie las caza, si no las vendemos, si no las comemos, ¿entonces qué está pasando? ¿Por qué están desapareciendo? ¿Por qué se está acabando?
Así nació la idea de rescatar la guacamaya. Empezaron a checar los nidos, a estudiar al animal.
“Un grupo de 8 personas hicieron un proyecto para la protección de la guacamaya, fueron apoyados con un recurso, con lo cual se empezó la investigación de esta ave exótica, incluyendo el mantenimiento de una Ara macao en cautiverio, para su estudio”.

Fidelidad hasta la muerte

Esta es, dice Don José, la única comunidad en todo México en donde las personas pueden ver a la guacamaya volar, comer, empollar, dormir, porque, precisa, “si bien hay algo similar en Cancún, se trata de una guacamaya amaestrada; la nuestra aquí vive, se reproduce y le da vida a la Selva Lacandona y a Chiapas”.
Nuestro guía explica, entonces, cómo se reproduce el Ara macao: “La guacamaya se reproduce aquí, en los hoyos de los árboles con un diámetro de unos 30 centímetros, entra ahí en el mes de diciembre para depositar sus dos o tres huevos, y seis meses después los hijos salen ya a la vida externa, pueden ser tres, dos, uno, realmente no es muy rápida su reproducción”.
Agrega que la guacamaya roja, una vez que deposita sus huevos en el nido ya nunca más abandona el lugar, hasta que a los hijos le salen alas y son capaces de emprender el vuelo, solos, para conquistar la jungla y cautivar al mundo con su colorido.
La guacamaya requiere de alrededor de 40 días para romper el cascarón y nacer, pero ni durante esos días ni en los próximos 6 meses los padres abandonan el nido. “Si el macho sale a alimentarse queda la hembra, o vic
eversa, rara vez queda el nido solo, pero tampoco se alejan demasiado. Hemos visto que los dos están dentro del hoyo, siempre en pareja, siempre en familia”.
Y expresa contundente: “La guacamaya elige pareja para toda la vida, aunque no firme papeles; en ellas no existe el divorcio: a los ocho o diez años de vida, cuando alcanzan la mayoría de edad, deciden con quién hacer su vida y ahí siguen, en las buenas y en las malas, sorteando los peligros, sorprendiendo al enemigo, alimentando juntos a los polluelos, cuidándolos, hasta que éstos son capaces de valerse por sí mismos, cuando en las primeras aguas de mayo, presionados por las lluvias, emprenden el vuelo, aunque los polluelos siempre quieren estar otro rato con mamá y papá”.
Pero las cosas no son tan simples, mucho menos la vida de la guacamaya, casi tan longeva como la del hombre, aunque, a diferencia de éste, carece de dimorfismo sexual: no se distingue el macho de la hembra.
“A los 6 meses tienen ya el tamaño promedio del adulto, de pequeños son como los pollos, con un algodoncito amarillo, apenas pasando un mes se les ve pelones, posteriormente van cobrando el plumaje firme y multicolor”.

Garras fuertes

Y lo describe así a la guacamaya roja:
“Es roja escarlata en la cabeza, cuerpo, cola y parte superior de las alas; mide entre 70 y 90 centímetros de largo; en las plumas de la base de la cola y del extremo y base de las alas es azul; tiene una franja amarilla transversal en medio de las alas”
Y agrega:
“Su garra es muy fuerte, su pico es capaz de quebrar el hueso del nanche o del corozo, es muy fuerte, lo tiene de color marfil en la parte superior y negro en la inferior”.
La guacamaya en cautiverio, aunque majestuosa a la vista, no se reproduce, aun cuando logre sobrevivir, pero, en libertad, no es celosa, acepta la intervención de la mano del hombre para limpiar su nido, o, si se diera el caso, para alimentar a los polluelos.
Actualmente para los socios de Ara Macao este santuario requiere de apoyos e inversiones para poder operar con los nidos de las guacamayas, pues les implica subir a las partes altas de los árboles, donde la exótica ave tiene su nido y empolla.
Requieren de cinturones de seguridad especiales, además de espuelas para apoyarse al estar arriba, lazos adecuados, garruchas, todo para seguir protegiendo los nidos, limpiándolos de las heces de otras aves.
Estas personas, protectoras de la guacamaya, han aprendido a interactuar con ellas, sin dañarlas.
Han ideado la construcción de nidos artificiales, con diversos materiales, ya utilizados por el Ara macao para empollar.
Hoy la atención y cuidado de un nido, natural o artificial, requiere de un promedio de 14 personas, pues entre 6 hombres suben a una persona 30, 35 o más metros, y normalmente se requieren de dos hombres haciendo las labores de limpieza en las alturas, sobre los troncos. Los que suben van encostalados, acondicionados al estilo de una andadera de bebé.
Cuando mejore su utilería y equipos de trabajo podrán ofrecer al visitante, nacional o internacional, la opción de subir a ver a las guacamayas cuando aún son polluelos amarillos o pelones por pelechar, según las edades de las pequeñas aves.
El equilibrio ecológico

La protección de la guacamaya ha traído importantes beneficios no sólo al grupo que generó este concepto ecoturístico, sino a favor del equilibrio ecológico en el lugar, para la defensa de ese pulmón de la humanidad.
El turismo nacional e internacional está aprendiendo que cuidar los bosques, las montañas, las selvas y la fauna de su interior es tarea indispensable para la supervivencia del hombre.
Ahora ya los vecinos de la comunidad, no precisamente socios de Ara Macao, van teniendo otras ideas, dejan que el ave exótica llegue a su traspatio a comer de las frutas, sin hacerle daño.
“Porque antes lo primero que hacían era sacar el rifle y matarlos, ahora saben que esto nos ha traído un poco de beneficio a todos, los de aquí, los de allá, los que viven muy lejos de aquí, todos reciben el impacto de la naturaleza protegida, de una ecología con equilibrio”.
Una demostración espontánea

Mientras el guía nos platica todo esto dos ejemplares arriban al árbol que nos protege con su fresca sombra del calor tropical del lugar. Como para hacer una demostración, las aves arriban volando con todo el esplendor de su colorido y se posan en una rama del árbol, luego en otra y así, sucesivamente, hasta aproximarse al hoyo donde tienen sus polluelos.
Enseñan que sus garras son potentes y caminan de un lado a otro del árbol, rodeándolo.
Luego una, quizá la hembra, no se sabe muy bien, decide acercarse al agujero donde están las “guacamayitas”. Ya estando ahí voltea a vernos y, finalmente, penetra al nido.
La otra, quizá el macho, no se puede saber con certeza, sigue los pasos a la primera, haciendo casi exactamente el mismo recorrido, no sin antes dejar de posar para la cámara, y decide ingresar al agujero para fortalecer a su eterna compañera, la que eligió para hacer su familia, para reproducir la bella especie, aún en peligro de extinción.

El hombre, mayor enemigo

Pero, aún así, la guacamaya está en peligro. Diversas amenazas pesan sobre la exótica ave que imita diversos sonidos y cautiva con su tamaño y color.
El gavilán y la urraca son algunos de ellos, así como el mapache, el tlacuache y la serpiente, según la altura de los árboles. Estos animales penetran a los nidos y se comen los huevos o los polluelos. También resultan peligrosas las abejas africanizadas, porque llegan directo a los nidos, se meten y le pueden dar muerte a la familia completa.
“Pero el animal más nefasto y que la está poniendo en peligro de extinción es el hombre, él es su principal enemigo. Hay saqueadores, están los compradores, nos decía un visitante que en Monterrey vale 40 mil pesos una guacamaya, ya con la documentación de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), que dizque son creados en cautiverio, pero eso no es real, las llevan desde Chiapas, porque el Ara macao no se reproduce sino sólo en libertad”.
También, por supuesto, la actividad del hombre con la destrucción masiva del hábitat de la guacamaya roja, eliminando sus nidos y áreas de alimentación, pero sin duda lo más nocivo es que haya quien pretenda hacer negocio con el tráfico ilegal de esta ave, inclusive ofreciéndola a través de alguna página de la Internet.


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