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Discurso de odio

Artículo Único
Angel Mario Ksheratto

Héctor Montesinos, ambientalista.
Los grandes propagadores del odio, tienen un origen común: las limitaciones sociales y económicas cuando no, la victimización en la escuela o el hogar. Hitler, Amín, Duvalier, Pot, Ortega, Castro, Zedong, Maduro, Stalin, Gowon, Sung, Pasha y Tojo, por citar a los más relevantes, lograron —y lo están haciendo, en los casos de Nicaragua y Venezuela— con su incitación al odio, alrededor de 138 millones de muertes.
¿Por qué tratar un tema de esa naturaleza cuando en México se ha instaurado un gobierno con un perfil distinto a los de la derecha y ultraderecha del pasado reciente? Porque el discurso, ahora oficial e institucional, se basa en una retórica de alto riesgo para la estabilidad social, la gobernabilidad y —lo más grave—, pavimenta el camino hacia un régimen autoritario, intolerante y represor.
No exagero ni aventuro al respecto; Gustavo Ariel Kaufman, estableció cuatro criterios para considerar que un discurso está diseñado para alentar el odio y promover toda clase de discriminación. Si observamos la postura del presidente López frente a los grupos de campesinos que exigen mayor presupuesto al campo, descubriremos que ahí, el discurso no va contra los dirigentes del sector, sino contra la vulnerabilidad histórica del campesinado.
El segundo criterio de Kaufman, es el de la humillación. Llamar “fifís” a la prensa crítica, a los opositores y a todo aquel que no comulga con las formas de gobernar, es degradar a las personas; comparar a los adversarios con personajes oscuros de la historia nacional y calificar de “neoliberales” o “conservadores” a los que no votaron por él, es asociar las libertades con prejuicios discriminatorios.
Muy extendida —y mejor entendida— es la velada convocatoria a sus seguidores para agredir a sus opositores, principalmente a los Medios de Comunicación; el “pueblo es sabio y sabrá qué hacer”, ha dicho el mandatario, en un esfuerzo por hacer partícipe de sus fobias al pretendido “pueblo” que le sigue y protege. Es, dice Kaufman, el criterio de la malignidad.
Por último está el criterio de intencionalidad: ocurrió cuando humilló públicamente al poeta Javier Sicilia, o cuando trató de minimizar y esconder información sobre la violencia en Culiacán, para tener presente los casos más recientes.
El constante recurso clasista en la narrativa presidencial, ha alimentado una división social como nunca antes se había dado en el país. Y crece cada vez más en formas que hacen pensar en confrontaciones más allá de la discusión de sobremesa o los insultos en las redes sociales.
En peno primer informe del presidente López, un grupo de seguidores suyos, agredió verbalmente a un reportero de televisión; a su llegada a Palacio Nacional, dos mujeres encararon e insultaron a miembros de la familia LeBarón, que acudieron a un encuentro con el Jefe del Ejecutivo. Es el “pueblo sabio y bueno”, protegiendo a su líder y poniendo en práctica, el discurso ofensivo y amenazante que todos los días escuchamos.
¿Estaría el presidente López dispuesto a cambiar su retórica? Es prácticamente imposible; le ha dado buenos resultados como candidato y presidente, pero al país, le ha arrastrado a un callejón sin salida, a un abismo sin retorno y ahí es donde radica la peligrosidad de seguir confrontando a los mexicanos.
Puede ser que esté a tiempo… Y lo está, pero por desgracia, parece más obcecado en su propia figura, que en trabajar por todos los mexicanos, incluyendo a los que no lo eligieron. La exclusión, es otra forma de discriminación y de poner en práctica el odio.
AMLO debe estar consciente que con su discurso, ejerce violencia contra 89 mexicanos y mexicanas que no sufragaron a su favor. Más aún, contra los 33 millones que sí lo hicieron, toda vez que a un año de gobierno, son igualmente, víctimas de yerros, abusos y políticas erráticas.
Y si piensa que 250 mil personas que acudieron al Zócalo el pasado domingo, son suficientes para presumir “mayoría” en un país harto de demagógicos discursos, mentiras y simulaciones, se equivoca, porque el 99 por ciento de esa gente, fue acarreada bajo promesa o quizá, hasta de amenaza. Es tiempo de cambiar de verdad, o seguir alimentando el hartazgo.

Transitorio
Según el ambientalista Héctor Montesinos: «El hecho de que Carlos Morales Vázquez, ande organizando “jornadas de limpieza”, no significa que quiera tener una ciudad limpia; más bien es porque tiene una “A.C.” que es en donde seguramente “resguarda” el dinero, además de lo que su socio Paco Nazar, recauda el 5% de la multas levantadas por tránsito municipal.
Por otro lado, es tan cínico que el nombre de su “asociación civil” se llama “Unidos por el ambiente conservemos Tuxtla”, nombre que lo pone uno de los más corruptos depredadores ambientales; desde SEMHAN protegió a Proactiva-Veolia y ahora, como “alcalde”, mucho más y en complicidad con todos y cada uno de sus regidores, que siguen permitiendo la contaminación que genera esta empresa.» Nomás tantito.

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