Artículo
Único
Angel
Mario Ksheratto
El
fin de semana pasado, el presidente López soltó una bomba mediática innecesaria, pero al mismo tiempo, profundamente
perturbadora y en extremo preocupante, dada las circunstancias políticas y
sociales que surgieron tras el affaire que significó la fallida captura del
hijo del más poderoso capo del narcotráfico, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Presuponer
un golpe de Estado en México, llama la atención tanto por la espectacularidad
de las coyunturas, como por la irresponsabilidad del presidente, que recurre a
un discurso alarmista, basando sus conjeturas en el supuesto respaldo popular
en las urnas electorales, sin reparar en las causas de fondo que arrastraron a
los mexicanos al hartazgo extendido, hartazgo que se sigue alimentando de los
desaciertos gubernamentales actuales.
Asumimos
que el exabrupto presidencial, se ha derivado del encendido discurso que el
general Carlos Demetrio Gaytán Ochoa, ofreció a la plana mayor del Ejército y
la Fuerza Aérea del país, mediante el cual, fustigó al gobierno de López
Obrador, señalándole de polarizar políticamente a los mexicanos, “porque la
ideología dominante, que no es mayoritaria, se basa en corrientes
pretendidamente de izquierda.”
Casi
de inmediato, el presidente López, en su calidad de comandante en jefe de las
Fuerzas Armadas, anunció que no había rupturas ni en el alto mando, ni en las
tropas castrenses e incluso, garantizó la libertad de expresión de los
militares y defendió el derecho a la discrepancia. No hubo, ni ha habido
elementos para considerar un golpe de Estado a raíz de un discurso crítico,
independientemente de las razones e ideología de quien lo pronunció.
Hablar
de un “golpe de Estado” en México, es una irresponsabilidad absoluta, producto
de la ignorancia histórica y de acomplejamientos personales que buscan un
acomodo forzado en la historia del país, sin tener para ello, los méritos de
Juárez o Madero, por citar a dos grandes personajes presentes en la narrativa
de la autodenominada “Cuarta Transformación”.
Desde
hace poco más de un siglo —desde que Huerta derrocó a Madero en 1913—, no se ha
registrado un golpe de Estado; por generaciones, el Ejército ha sido educado
para vivir dentro de la institucionalidad, con disciplina y apego a las leyes.
El mismo Porfirio Muñoz Ledo, que fue víctima de la represión del régimen priísta,
ha admitido que ésta, no la llevó a cabo el Ejército, sino grupos paramilitares
y cuerpos de élite de la policía secreta que operó entre las décadas de los 60’s
a los 90’s.
La
insinuación presidencial, rompe con su discurso de unidad nacional, destruye su
pretendida cohesión en las filas del Ejército y contradice su expectativa de “abrazos,
no balazos”. Resulta incomprensible que mientras se rehúsa a combatir al crimen
organizado pretextando evitar genocidios, convoque a la polarización social,
imaginando escenarios fatídicos, vistiéndose de víctima para posteriormente,
convertirse en héroe y mártir.
Preocupa
porque su postura, en mucho se parece a la de Nicolás Maduro en Venezuela,
Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales de Bolivia; la retórica de éstos, se
ha convertido en el pretexto perfecto para perpetuarse en el poder, a pesar que
AMLO, ha sido reiterativo en que no buscará eliminar el principio de no
reelección… Sus repentinos cambios de decisiones, nos ponen a pensar en serio.
¿Qué le impediría cambiar de opinión en cualquier momento?
En
los países arriba mencionados, la sospecha del “golpe de Estado”, ha sido
utilizada para perseguir “legalmente” a los opositores.
Solo
en gobiernos antidemocráticos, se habla de golpes de Estado. ¿Se trata de una
admisión tácita de tal condición? ¿Es, acaso, un reto abierto del presidente a
las Fuerzas Armadas? ¿Una amenaza a sus adversarios políticos? ¿Se encuentra,
el presidente López, entre la espada y la pared? ¿Está, con esa irresponsable
insinuación, confirmando que su gobierno es incapaz de superar todas las
crisis?
Para
el colmo, el presidente López recomendó la lectura del cuento de “Las ranas”,
del filósofo búlgaro-greco Esopo, en la se da cuenta de unas ranas que pidieron
a Zeus, un gobernante, enviándoles, el dios griego, un palo como tal;
inconformes con la parálisis de éste, pidieron cambio de rey y se les envío a
una serpiente que terminó por devorarlos.
Como
analogía entre la inacción de un pedazo de madera con su gobierno, es correcta
su apreciación; como visión de futuro, también preocupa. Cambiante como se ha
mostrado, podría convertirse en la víbora devoradora. ¿Quién aconseja al
presidente?
Transitorio
Varios
heridos es el saldo del asalto que cometió Abigaíl Jiménez, líder de la AMOTAC,
en Villaflores; entró acompañado de otros sujetos —fuertemente armados— a
centros nocturnos de la ciudad, despojando de sus pertenencias a los
parroquianos y destruyendo todo a su paso. Gozan de impunidad. Ocurrió la
madrugada de éste domingo.