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Venganzas, rémoras y lastres

Artículo Único
Angel Mario Ksheratto

De escándalo en escándalo.
Imposible intentar tender una línea de defensa a favor de Rosario Robles Berlanga, acusada y encarcelada por el desvío de casi seis mil millones de pesos del erario; la exfuncionaria incurrió en prácticas deshonestas, protegida por el expresidente Peña y al amparo de un cinismo burlón que creyó ella, superado desde aquel presidencial espaldarazo: “No te preocupes, Rosario.”
Tampoco es posible separar el discurso oficial de la acción judicial. De antiguo viene la tradición política de negar los hechos dictados desde los laberintos del poder, o esconder la verdad con simulaciones y mentir con descaro aun cuando las pruebas estén a la vista de todos.
En ese contexto, cuesta creer que la detención de la extitular de la SEDESOL y SEDATU, esté exenta de una buena dosis de venganza personal; con todo y lo ocioso que es, no está de más recordar que Robles Berlanga, se confabuló con el expresidente Carlos Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos, Carlos Ahumada (detenido y liberado en Buenos Aires, Argentina en las últimas horas) y otros personajes, para frenar la carrera política del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador.
Dicho de forma simplificada, la justicia al servicio de los caprichos personales. No es malo que se luche contra la corrupción y la impunidad; tampoco lo es que en esa tarea, se deban utilizar todas las herramientas jurídicas legales. Lo verdaderamente preocupante es que persista la selectividad, la parcialidad y el sentido autocrático para la procuración y administración de la justicia.
El discurso de la paz, el amor y el perdón, choca contra el deseo de satisfacer egos quebrantados en el pasado, por agravios recibidos. El miedo a perder lo obtenido, el deseo de vengar las afrentas, el odio y el resentimiento, flotan en cada acción judicial emprendida, aun cuando la razón, el derecho y la justicia prevalecen por sobre cualquier pretensión, por muy correcta que sea.
¡Vamos! Si de aplicar criterios de justicia para combatir la corrupción se tratare, miles de casos hay que siguen protegidos bajo extensos y benevolentes mantos de impunidad. No tan lejos está el caso del exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, a quien el mismo presidente López salvaguarda e impulsa para que siga siendo parte de la cúpula política dominante, a la que él mismo ha bautizado como “La mafia del poder”.
Desde la campaña, López lanzó la propuesta de una especie de amnistía para los corruptos… Y sí, de facto la está cumpliendo, pero por desgracia, de manera muy selectiva. A sus amigos, justicia y gracia. A sus enemigos, “justicia” a secas. Eso es —sin profundizar en filosofías y demás tratados éticos—, una inmoralidad inaceptable y más, cuando se pretende un cambio verdadero en el país.
Debo insistir en que no se trata de defender a los corruptos del pasado; pero tampoco, de permitir que los del presente, se conviertan en las rémoras, no del presidente López, sino del país. Y cuando me refiero a las rémoras, lo hago en el estricto sentido zoológico, en previsión que éstos, se conviertan en el lastre, el estorbo, la carga innecesaria para el desarrollo de México. No es cuestión figurativa ni de figuraciones fantasmales, sino de lamentables realidades.
En México, negar es admitir. Creíase práctica en desuso a partir del 1 de diciembre del año pasado. Ha vuelto. Más bien, nunca se ha ido. Cuando muchos expresidentes negaban una crisis económica, era porque ya la teníamos encima; cuando defendían a un gobernador caído en desgracia o a un secretario de Estado indeseable, era porque ya tenían listo al sustituto. Si negaban un crimen de Estado, era porque la orden había salido del despacho presidencial o de alguno de sus colaboradores.
López niega una y otra vez que en el caso de Robles Berlanga, Lozoya, Collado y otros cercanos a expresidentes de sus resentimientos, exista un halo de venganza. Hay que creerle al revés.

Transitorio
La secretaría de Salud de Chiapas, no ha podido establecer estrategias efectivas para garantizar la salud de los ciudadanos; desde la llegada a la titularidad de esa dependencia del tabasqueño José Manuel Cruz Castellanos, ésta ha ido de tropezón en tropezón, llegando a aparecer en medios nacionales como noticia preocupante que pone en vilo al gobierno de Chiapas.
El último escándalo fue la entrega de un ataúd vacío a los familiares de un bebé recién nacido, muerto, aparentemente, por causas naturales. Evidentemente, no se trató de una equivocación aislada. Fue, a todas luces, una acción premeditada, que refleja la incompetencia de la secretaría de Salud y levanta sospechas sobre las intenciones de fondo. ¿Acaso se debió a una posible “donación de órganos involuntaria”? En términos legales, el delito podría ser tráfico ilegal de órganos. Ha habido casos en los que se han reportado entrega de cadáveres incompletos, arguyendo, los médicos, la sustracción de órganos como parte normal de un proceso de autopsia. ¡Aguas! Por ahí puede haber un negocio redondo. Ahí, el tabasqueño debe poner mucha atención, pero mucha atención.

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