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Renuncia de Nuño, condición no negociable


Violencia innecesaria. (Foto: redes sociales.)
El baño de sangre en territorio oaxaqueño derivado de la tozudez y el radicalismo, se veía venir; el extraño supremo interés del gobierno federal para imponer una reforma educativa mocha y el anarquismo en las entrañas de una facción disidente del magisterio nacional, chocaron irremediablemente. Fue como el cumplimiento de un pacto de sangre que no a pocos hizo recordar aquella declaratoria de guerra zapatista en 1994: conforme han pasado los años, las precarias carnes de ese movimiento han quedado expuestas, junto con las verdaderas motivaciones de aquella revuelta.
Desde que los disidentes proclamaron el paro, el titular de Educación, Aurelio Nuño, se cerró a toda posibilidad de diálogo. La contraparte, lo hizo al principio y cuando vio que no tenía opciones ni respaldo del SNTE y la mayoría de estados dentro de la CNTE, imploró diálogo. Demasiado tarde; ya no existían condiciones, ni voluntad honrada.
El conflicto, como ahora vemos con preocupación, se
salió de las manos de unos y otros. Nuño no podrá ahora, comprometerse a un diálogo de altura con los maestros. Ha perdido confianza, credibilidad y autoridad moral. La disidencia se ha quedado sin interlocutores capaces, en virtud de estar éstos, detenidos bajo cargos, principalmente, de corrupción.
En medio de todo, la prepotencia de los dos bandos, está cobrando vidas humanas; el llamado que la CNTE hizo a organizaciones aparentemente sociales y afines a su movimiento, se desbocó. Las agrupaciones adherentes, han desquiciado el espíritu inicial de las ideas que persiguen los maestros. Convertidos en una especie de “brazo armado”, éstas se han dedicado más a delinquir que a defender un postulado justo.
En Chiapas, han causado destrozos, promovido saqueos, afectado la propiedad privada, retado a la autoridad y perseguido a los opositores al movimiento magisterial. La virulencia con que actúan es inocultable. Cada día, el método violento utilizado por esas organizaciones, es mayor, lo que pone en serio riesgo la integridad de miles de ciudadanos ajenos a dicho movimiento. Afortunadamente acá, ha habido más que tolerancia, prudencia; el gobierno doméstico ha sabido sortear el asunto, a pesar que la inmensa mayoría de chiapanecos, exige mano firme para detener los excesos que afectan a miles.
Aquí mismo, los periodistas que han dedicado tiempo y esfuerzo para cubrir el paro, han sido víctimas de los grupos de choque adherentes; varios han sido despojados de sus pertenencias y equipo de trabajo. Otros han sido agredidos y han resultado lesionados. En Oaxaca, llegaron lejos. El reportero gráfico Elidio Ramos Zárate, cubría el enfrentamiento entre disidentes y policías. Haber tomado gráficas del saqueo a una tienda comercial, le costó la vida.
Minutos antes de ser ejecutado por dos embozados que, según testigos, se conducían en una motocicleta, los militantes de organizaciones de apoyo al magisterio, le habían amenazado de muerte si seguía fotografiando el acto. Se lo cumplieron.
Todo ello nos da la certeza de algo sumamente peligroso: tanto a Nuño como a la parte del magisterio en paro, se les ha ido de las manos el control de todo. El primero no puede con la crisis que él mismo creó y los segundos, con el movimiento radicalizado. El peligro radica en que otros actores, otros grupos con intereses mezquinos, se adentren en el conflicto y lo lleven a la extrema violencia.
De hecho, si analizamos fríamente la situación, estamos en una etapa llamada por los expertos, “guerra sucia”; las dos partes, accionan una en contra de la otra, pero niegan los efectos de sus actos. Se culpan entre sí, lo cual no abona en la consecución de un encuentro para encontrar salidas consensuadas. El gobierno federal no admite las acusaciones del magisterio y éste a su vez, reniega de sus aliados.
Todo, en resumen, es reflejo de la carencia de valores y ausencia de voluntad; para el colmo, el reciente mandato presidencial de buscar acuerdos “dentro de la ley”, llega demasiado tarde. El secretario de Educación ha dejado de ser confiable para encabezar, por parte del gobierno de Peña Nieto, un diálogo civilizado, responsable y maduro. Ello obliga al presidente a prescindir de sus servicios y nombrar en su lugar a alguien que reúna cualidades extraordinarias, a quien los maestros otorguen toda su confianza.
La liberación (y obviamente, desistimiento penal) de los dirigentes presos, deberá ser otra condición para que la paz renazca. Nuño, además, en su frenética ambición de someter al magisterio, abrió otros frentes de guerra con los gobernadores que abogan por el diálogo. ¿Cómo superar la crisis con un secretario de Educación torpe, pendenciero e insensible? Debe irse para amainar el conflicto.

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