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El YO imprescindible (En estos casos.)


Con la gran leyenda de las letras mexicanas, doña Elena Poniatowska.
Entre muchas cosas que hago, pinto; óleo, acuarela, pastel, carboncillo… Una tarde-noche pintando a Daniel, un personaje inolvidable de Unión Juárez, sonó mi teléfono. Un número de la Ciudad de México. Lo ignoré hasta que por tercera vez, me convenció que era algo urgente… O importante. —Amigo, hermano, te hablo porque la Fundación que tengo el honor de presidir, ha determinado otorgarte el “Pakal de Oro”, —dijo el del otro lado de la línea—.
El “Pakal de Oro”, es una presea que año con año, se entrega a lo más preciado de la literatura, las artes, el periodismo de México y de otros países. Reconocí la voz de Hernán Becerra Pino, escritor y periodista (dueño de ideas fascinantes), de quién había leído dos libros interesantes: “México entrevistado” y “Chiapas entrevistado”.
Debo ser franco: lo tiré a loco. ¿Yo? ¿Recibir una presea que han obtenido
Ramón Xirau, el grandísimo poeta y escritor catalán? ¿René Avilés Fábila? ¿Julio Zamora Batiz? ¿Zoé Robledo? ¿Juan Bañuelos? ¿Pepe Figueroa? ¿David Shirk? ¿Hernán Fontanet? ¿Godoy Durán? ¿Castillejos Ambrocio? ¿Federico Campbell? ¿Lucy Aldaz? ¿Gabriela Fernández? Y muchos otros cuya trayectoria es, sencillamente, impresionante. ¡Soy el más insignificante ante grandes personalidades!
Hernán me convenció que debía aceptar tan grande privilegio; no podía creer que mi nombre, tuviese los méritos suficientes para inscribirse al lado de luminarias que han dado luz y prestigio a las letras mexicanas y latinoamericanas.
La tarde-noche de la premiación, fue una velada extraordinaria. En tránsito a la ciudad de México, Hernán anunció oficialmente que habían confirmado asistencia, la mayoría de premiados: Elena Poniatowska, multilaureada escritora europea-mexicana. Mónica Lavín, prolija escritora y articulista de El Universal; Oscar Blancarte, cineasta de mil batallas. Ernesto Velázquez Briseño, director de Canal 22 y escritor laureado. José Antonio Cueto Citalán, político y poeta chiapaneco.
Enrique García Cuéllar, inmejorable gramático mexicano; Luis Feher Trenschiner, escritor, poeta y ensayista, actual presidente del Tribunal Universitario de la UNAM. América Ventura Gordillo, pintora comiteca y Ricardo del Muro, periodista y director de El Heraldo de Chiapas.
Momento de la premiación. (Foto, Gaby Figueroa.)
Me costó arribar al teatro “Wilberto Cantón”; las calles de la Ciudad de México estaban atestadas de protestas de todo tipo. Hernán Becerra estaba terminando de dar la bienvenida a los invitados que abarrotaban dicho teatro. Medio minuto después de mi discreto arribo al recinto, fui llamado al espectacular escenario. Llevaba un discurso elaborado, pero me ganó la emoción… y la realidad.
Tanto así, que, soy franco, no sé ni que diantres dije.
Una velada artística y cultural que pocas veces he visto. Un chaval soprano (que dedicó sus interpretaciones a la señora Poniatowska); un trovador yucateco que podría no pedir nada a Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, y un bailarín que a sus largos años, bailó como chambelán quinceañero. ¡Una fiesta más allá de lo imaginado!
La primera actriz Martha Zamora (“El Pecado de Oyuki”, “Pueblo viejo”, “Estigma”, “El amor de mi vida”…), tomó mis manos y alzó la Cabeza de Pakal que me habían otorgado, a la altura der mi pecho. Amable, ella. Y yo, pendejo como suelo ser, solo atiné a verle a los ojos. Después supe quién era. Lindísima persona; sin petulancias ni aires de superioridad.
Estar entre los grandes, lo confieso, me hace menor que todos. Inmerecido reconocimiento que, sin embargo, creo yo, engrandece una labor que he practicado desde que tuve 14 años; hoy tengo 51. Tengo miles de cosas que agradecer mi gente, a los chiapanecos, pero especialmente, a quienes ven mi trabajo, lo apoyan y creen en mí. Ha sido un homenaje, insisto, inmerecido, pero que dedico a todos mis colegas chiapanecos, víctimas permanentes de incomprensiones, persecución e intolerancia.
A Hernán Becerra Pino, creador de una Fundación que hace, año con año, esfuerzos supremos para entregar dicha presea, mi eterna gratitud por haberse fijado en mi trabajo; modesto trabajo que llevo a cabo todos los días, con la intención de aportar, aunque sea lo mínimo, al amado Chiapas. Es un galardón avalado por diversas instituciones de prestigiado reconocimiento nacional e internacional.

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