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Degradantes fotografías


Debemos proteger los derechos de los niños.
Las tragedias, per se, vienen acompañadas de altísimas dosis de dolor; las víctimas de éstas, por lo tanto, merecedoras son de respeto a su dignidad, principalmente si son niños. El lunes reciente, cuatro infantes —de entre dos y siete años de edad— murieron asfixiados dentro del cuarto que sus padres rentaban en una colonia de Tuxtla Gutiérrez. Triste. Lamentable. Doloroso.
No había levantado el equipo forense los cuerpos de los menores, cuando ya circulaban en las redes sociales y algunos medios de comunicación, fotos de las cuatro víctimas. Las reacciones no se hicieron esperar; repulsa generalizada por la insensibilidad de quienes lucraban mediáticamente con la malaventura de una familia sumida en la desesperación.
¿Es correcto publicar fotos de las víctimas de una tragedia? ¿Es ético que un medio o periodista haga público material de esa naturaleza con el único objetivo de “tener la primicia” o cubrirse de “gloria” con la “exclusividad”? ¿Deben, las autoridades, permitir que personas ajenas a las labores propias de peritos, forenses y especialistas ingresen hasta el lugar de la tragedia para obtener fotos con las que luego expongan a las víctimas?
Todas las Convenciones, Acuerdos y Tratados Internacionales que México ha firmado con el resto de países para proteger a las víctimas de una desgracia, establecen protocolos específicos que garantizan el debido respeto a la dignidad de las personas involucradas, a la protección de su intimidad contra injerencias ilegítimas e ilegales y al tratamiento adecuado de la información que deba ofrecerse al público.
La degradación de las víctimas mediante la publicación de material inapropiado, es equiparable a la tortura y la violación. En todo el instrumental de tratados sobre los derechos humanos, vamos a encontrar una constante: respeto absoluto a la privacidad de las víctimas e incluso, a la de reos peligrosos, si así lo solicitaren ante una autoridad competente. Podrá resultar incomprensible, pero son normas internacionales que deberían cumplirse puntualmente.
No vayamos lejos, en la Ley General de Víctimas de México, existen reglas y protocolos obligatorios para garantizar el trato digno, justo, responsable y respetuoso de toda víctima. Esto incluye la no publicación de material gráfico que denigre a la víctima y perturbe al espectador.
El artículo 16 de la Convención sobre los Derechos de los Niños establece con claridad: “Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques.” Haber exhibido sus cuerpos inertes es, a todas luces, un ataque doloso a su privacidad y dignidad.
Ese mismo tratado (artículo 37) obliga al Estado a velar porque ningún niño sea sometido a torturas, tratos o penas crueles, inhumanas y degradantes. Esto debemos entenderlo todos. No por vender un ejemplar más o por tener unos cuantos “me gusta”, podemos exhibir a niños víctimas de un desastre y todavía vanagloriarnos por la “oportuna” y “exclusiva” foto.
Frecuentemente nos quejamos de la insensibilidad de los políticos y la autoridad frente a las tragedias sociales, pero somos los primeros en dar un manejo inadecuado, descontextualizado de las cosas. Por ejemplo, los que difundieron —de mala fe— las fotos de los menores muertos, “detallaron” que éstos habían muerto “calcinados”, cuando en la gráfica, aparecen intactos. El reporte final del forense fue que fallecieron por inhalación de humo.
Hay que recordar que existen 381 (más o menos) Tratados, Recomendaciones, Convenciones y Acuerdos que protegen los derechos y, de cierta forma, regulan al buen periodismo y que debemos leer urgentemente, para no caer en situaciones tan cuestionables como la del pasado lunes. Y no solo para casos como ese.
En muchos medios es común ver fotos publicadas de accidentados, suicidas y víctimas de cualquier tipo de violencia, como si éstos fueran solamente, producto vendible. Todo ser humano tiene derecho a la privacidad, a la dignidad. Decía líneas arriba que atentar contra la dignidad de los demás —principalmente niños—, es equiparable a la tortura y la violación. Es una interpretación válida puesto que, para la familia y los amigos de las víctimas, ver ese tipo de material, es tortuoso. Y por supuesto, viola todos sus derechos.
Sé que a muchos nos les agrada el tema; pero debemos estar conscientes que el periodismo chiapaneco, debe dejar prácticas envilecedoras del ser humano. No es coartar la libertad de nadie; es otorgar a todos, los derechos que se merecen. No se provoque pues, más dolor del que ya se tiene.

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