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Chikungunya, problema grave


¿Ignorancia o proclividad a la mentira fácil?
Es, lo quieran o no admitir las autoridades, una epidemia que se ha salido de control en todos los sentidos. Curiosamente, es también una enfermedad “milagrosa”, puesto que en algunos países de América Latina, tiende a desaparecer con más rapidez que la llegada de los primeros síntomas. Ante esto los organismos de salud más serios y confiables de la región, han vacilado sospechosamente, lo que aumenta la desconfianza en la postura de los gobiernos del área que niegan el aumento del mal.
Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud, reporta poco menos de un millón y medio de casos en el continente, mientras que la Organización Panamericana de la Salud, asegura que tienen conocimiento de dos millones y medio, atribuyendo a Colombia, México y Nicaragua, las cifras más altas, mismas que solo Colombia ha admitido.
En Nicaragua, en menos de dos semanas, de casi 400 casos comprobados, la cifra se redujo a treinta y tantos enfermos, mientras que en México, a pesar de la constancia y expansión de la enfermedad, se reconocen casos aislados y algo que resulta dudoso, es que se ha logrado convencer a la población de la no existencia de un tratamiento médico, lo que obliga a los pacientes a no reportarse en los nosocomios, dejando como resultado cómodo, la falta de documentación oficial sobre el asunto.
La Chikungunya, enfermedad transmitida por el famoso “mosquito” o “zancudo”, apareció en Tanzania a mediados del siglo pasado; posteriormente, se propagó al resto de África, Asia y finalmente a Europa y América. Si bien no es mortal, sus secuelas pueden ser catastróficas, lo que parece no tener demasiada importancia en las autoridades que se han limitado solamente a “prevenirla” mediante acciones de limpieza y eliminación de potenciales criaderos de zancudos.
Desde que se tuvo conocimiento de su presencia en México, las autoridades sanitarias han sido celosas en cuanto al flujo de información que los ciudadanos deben recibir para la debida precaución. Da la impresión que detrás de ese silencio, hay intereses ocultos o cuando menos, ignorancia supina en cuanto al tratamiento oficial que se debe a un problema de salud pública de la magnitud con que la Chikungunya se ha presentado en México.
La frecuencia y magnitud de los casos presentados, al menos en Chiapas, es preocupante. A lo largo de la Costa y El Soconusco, son cientos (miles, quizá) de casos reportados, cifras que el titular de Salud en la entidad, ha minimizado de manera irresponsable, en virtud de las consecuencias que para la población traen números y discursos alejados de la realidad. Solo en mi cuadra, cuatro familias completas han sido víctimas de la epidemia, incluyéndome a mí. Aparte, cientos de casos en otras partes de la ciudad entre conocidos, amigos e incluso, compañeros del gremio periodístico. Con todo y eso, el secretario de Salud, ha tenido el atrevimiento de decir que la cifra, no alcanza ni los 400 casos y a veces, habla de solamente 245 infectados.
Es, desde el punto de vista que se le quiera ver, una irresponsabilidad de Francisco Javier Paniagua Morgan, recurrir al ocultamiento de la verdad sobre un tema tan delicado que más adelante, tendrá consecuencias graves para la población. Entendemos que ante el alto número de infectados por el virus, la atención hospitalaria resulte insuficiente, pero no podemos guardar silencio ante una acción que denota falta de seriedad y compromiso con la salud de los chiapanecos.
Si dicho funcionario saliese de sus oficinas para conocer en el propio terreno las condiciones de salud de miles de chiapanecos atacados por la Chikungunya, quizá tendría el valor civil de decir la verdad, por muy alarmante que ésta sea. La población tendría mayor conciencia de lo que ocurre y tendría mayores precauciones para no sucumbir. La gente cooperaría más en las campañas de prevención, mismas que por cierto, son insuficientes y sin la planeación adecuada.
Por desgracia, la historia nos ha enseñado que actitudes como la asumida por el encargado de la salud de Chiapas, son las que más personas mata. Los niños muertos en el hospital de Comitán, durante la dictadura pablista; la epidemia de Dengue Hemorrágico en El Bosque y Simojovel en 1989. Los cientos de casos de cáncer en la zona petrolera de la entidad. Urgen medidas preventivas, pero también, una campaña de información adecuada, certera y sin sesgos de ninguna naturaleza. Lo contrario, lo que hasta hoy hemos oído, es irresponsable, carente de calidad humana por parte de quien alguna vez, hizo el juramento hipocrático.
ksheratto@gmail.com

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