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Una rebelión priísta que crece


Bases militantes se oponen a acuerdos cupulares

Cientos, miles, contra las imposiciones de Moreira.

Angel Mario Ksheratto

—¡A güevo!
—¡A güevo!
—¡A güevo!
—¡A güevo!
Grito de guerra, de combate; terminante. Frío y caliente a la vez. Tal era el enfado, la gana de hacerse sentir, de devolver golpe con golpe. Impotencia y amenazas se mezclaban conforme pasaban los minutos, las horas… los dos días. El tono de la voz subía y las palabras amables, se transformaban en groserías contundentes que caían como marros.
La madre de Humberto Moreira Valdez, presente en el imaginario tumultuoso; para Enrique Peña Nieto, la misma dosis bajo el necesario “con todo respeto, pero…”. A Moreira, de plano, sin el menor de los respetos. Le soltaban las mentadas como quien lanza una jauría de perros contra un solitario y enclenque conejo. La ira, el enojo, flotaban en aquel vetusto auditorio donde años ha, las vacas sagradas del priismo tapachulteco se engordaban con o sin la vista del amo.
Eran representantes de seccionales y comunidades de los municipios de El Soconusco, región mayoritariamente priísta y por lo mismo, profundamente indignada por la arbitraria imposición de candidatos a la gubernatura y el Senado.
—Los de la cúpula del partido podrán hacer sus acuerdos y firmarlos, si quieren; pero a nosotros, la base del PRI, nos vale madres: votaremos contra Peña Nieto, si permite esas imposiciones… ¡Que se vayan a la chingada! —gritó una mujer al micrófono—.
Aplausos y carcajadas se mezclaron. El ánimo empezaba a tomar forma de rebelión instantánea pero en franco crecimiento. Nombres de “distinguidos” priístas tapachultecos que desatendieron la invitación a la reunión, salieron a flote.
—¡Chaquetero! —gritaban conforme el pase de lista caminaba. Neftalí del Toro, excandidato a la alcaldía, acusado ahí, públicamente, de haber vendido el triunfo del PRI por una notaría, algunos miles de pesos y la condonación de la deuda de campaña. “¡Chaquetero!”, resonó en el auditorio…
—¡José Luis Pinot Villagrán…!
—¡Chaquetero!
—¡Sami David!
—¡Chaquetero!
—¡Samuel Chacón!
—¡Chaquetero!
Los más mesurados, daban rienda suelta a la lengua. Cena de negros con razón. Molestos, indignados. Anunciaban y Amenazaban: “Enrique Peña Nieto, cuenta con nuestro voto; es nuestro candidato. Pero si se atreve a imponer al güero Velasco como candidato del PRI, ¡que se vaya a la chingada! No votaremos por él”.
Nadie estaba dispuesto a conceder, ni a ceder. El objetivo era común: impedir que Manuel Velasco, Mónica Arriola y Luis Armando Melgar Bravo, de partidos chicos, antagónicos al PRI en más de la mitad de Chiapas en las elecciones pasadas, se apoderen de las candidaturas principales en las venideras.
Un “¡Hijo de puta!” sonó como latigazo en todo el auditorio, cuando uno de los improvisados oradores, lamentó que Humberto Moreira, haya traicionado al priismo chiapaneco. Si es cierto que los oídos de una persona retumban cuando alguien hace un pronunciamiento contrario, los de Moreira habrán estallado siete veces.
Entre los murmullos y gritos, no faltó quien, con abiertas ganas de quedar bien con César Augusto Santiago Ramírez, hiciera notar que éste, también estaba en contra de la imposición.
—¡Mentira, cabrón! —le gritó otro, sentado a unas cuantas sillas. Le espetó: “Acuérdate que fue ese amargado insatisfecho del César Augusto Santiago, quien impulsó al güero Velasco para la candidatura al Senado de la República; que no venga ese cara de palo a llorar si por su culpa, el mocoso Velasco nos quiere avasallar el partido”.
Ánimo caldeado, cocinándose a vapor; otro pidió que Santiago Ramírez, explicase por qué había traicionado, hace seis años al PRI. Ni forma de oírle. Nunca se presentó al evento, pese a que fue invitado y habría confirmado su asistencia.
Sami David, José Antonio Aguilar Bodegas, Arely Madrid, Roberto Albores Gleasson y María Elena Orantes, precandidatos del tricolor, en la lista; solo la última se presentó. David David, confirmó pero no llegó. En algún restaurante de Tapachula, se confirmó más tarde, monitoreaba los resultados de la reunión. Arely Madrid, se declaró enferma; Albores, tenía gira de trabajo, Aguilar Bodegas, desapareció.
—¿Dónde están esos que quieren ser candidatos? —Preguntaba el gentío, casi a una sola vos—.
—¡Sí, que se presenten! ¡Cobardes! Solo quieren las candidaturas sin que les cueste, sin pelearlas.
La furia era cada vez más intensa. La exigencia que los demás precandidatos se uniesen a la lucha contra la imposición de un candidato no priísta, era notoria.
Pero no, solo María Elena Orantes López, se presentó. Y la gente se le entregó por completo.
Horas antes, en Huixtla, la base priísta también se expresó. “Le dimos chance al Güero Velasco para que se sentara en nuestra puerta y ahora, quiere echarnos de nuestra casa; no lo vamos a permitir, así nos paguen una millonada”, dijo una mujer en medio de aplausos.
Otros, de plano, amenazaron con salirse de las filas partidistas si se consumaba lo que llamaron “una alianza de junior’s contra el desarrollo de Chiapas”.
—No queremos avasallamientos de partidos que no le aportan ni cinco mil votos a los candidatos del PRI; no queremos candidatos que ni siquiera tienen la primaria, ni candidatos que nunca han vivido en Chiapas —dijo otro.
La razón flotaba en el aire; todos la tenían.
En Motozintla, las cosas no fueron diferentes; hombres y mujeres de todas las edades, representantes ejidales, de secciones y sectores del PRI, lanzaron consignas contra Humberto Moreira, líder nacional de ese partido que se niega a acatar las reglas de la democracia de las bases sociales.
Otra vez, la exigencia que los precandidatos se sumen a la batalla para impedir imposiciones, se volvió grito de guerra. Grito que parece ser, cayó en oídos sordos. Mesurados, los priístas de la Sierra, advirtieron que de imponerse un candidato de otro partido, impulsarían el voto para otros partidos.
—¡Basta de imposiciones! ¡No queremos más candidatos que no han luchado junto a nosotros!
Por la noche, los comitecos hicieron lo suyo: calificaron de “alianza impúdica” el intento de someter a los priístas a un candidato que no comulga con sus ideas. “¡Que nos respete Moreira!”, exigieron.
Armando Cortés Rueda, Presidente de la Fundación “Colosio”, llamó a la resistencia. —¿Qué aporte puede dar el Güero Velasco a Chiapas? ¿Cuál es su preparación para poder gobernar? ¿Conoce alguien a Mónica Arriola?
La respuesta de la gente era de indignación. Nadie, en sus cinco sentidos, podía asimilar la imposición de candidatos de otro partido.
María Elena Orantes, sin titubeos arengó: “Sí a las alianzas con otros partidos, pero con candidatos del PRI a la cabeza; lo contrario nos obligará a tomar, junto con ustedes, las decisiones pertinentes”.
El grito de guerra que se desató en Tapachula, retumbaba en aquel salón comiteco:
—¿Defenderemos la dignidad de los priístas?
—¡A güevo!
—¿Exigiremos respeto a nuestra militancia?
—¡A güevo!
—¿Derrotaremos los acuerdos cupulares?
—¡A güevo!
—¡A güevo…!

 

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