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Calderón, moderno Torquemada




Fichero Político

Angel Mario Ksheratto

El Presidente Felipe Calderón Hinojosa no se ha distinguido por respetar las normas del periodismo y menos, los derechos de los periodistas; hace algunos meses, sugirió —con tintes de mandato imperial— que los medios de comunicación se abstuvieran de hacer públicos los actos de violencia provocados por el crimen organizado. Sin la menor sensibilidad política, cayó en el terreno de la fácil acusación dejando entrever que los medios que lo sucesivo lo hicieren, se convertirían automáticamente en cómplices de las bandas criminales.
Desde entonces, no ha bajado la intensidad de sus ataques a la prensa, muchas veces disfrazados de “consejos” y “análisis” que reflejan su fobia personal hacia un gremio que no le ha sido favorable. Y no lo ha sido por cuestiones sistemáticas, sino por la falta de resultados en las estrategias gubernamentales y porque en materia de comunicación, la política es sorda y muda. Con todo, los medios han mantenido un alto grado de prudencia, aunque no han faltado los críticos radicales que han traspasado los límites de lo políticamente correcto.
En la estrategia antimedios del régimen calderonista han surgido acciones que van más allá de lo aceptable. Cuando no se aplica la cooptación por la vía de los contratos publicitarios millonarios, se recurre a la amenaza y por último, al la presión para el despido de los periodistas críticos.
Sucedió en los últimos días con la periodista Carmen Aristegui, quien trabajaba para la empresa MVS; de acuerdo a los hechos, Aristegui hizo una reseña de la protesta de un grupo de diputados del Partido del Trabajo —organización política en poder de Manuel Andrés López Obrador— lo cual no riñe con su obligación de informar. Los petistas, que no han tenido un comportamiento civilizado y digno en la Cámara de Diputados, llamaron “borracho” al Presidente de la República, lo que sí rompe cualquier código de ética (aunque los seguidores de MALO, dudamos que tengan uno).
La mención de lo ocurrido en el recinto legislativo, no puede ser motivo para despedir a la periodista; el público tiene derecho a saber cómo se comportan sus representantes populares, aún cuando éstos caigan en la vulgaridad absoluta. Lo que enfadó a la Presidencia de la República fue el cuestionamiento de índole personal que la comunicadora lanzó al aire en el sentido que la institución tiene la obligación de dar una respuesta clara en torno a si Felipe Calderón, tiene ó no, problemas de alcoholismo.
Suponemos que, como todo Código de Ética Periodística, el de MVS debe contener cláusulas para respetar la privacidad de los demás y le fue aplicado a Carmen Aristegui, lo que generó una ola de protestas y demandas de respeto a la libertad de expresión. Quizá fue un error de la periodista tratar de inmiscuirse en la vida privada del señor Felipe Calderón, pero no debemos olvidar que, como el primer servidor público del país, debe mantener, el Presidente, una conducta intachable… Esto, claro está, en la medida de sus posibilidades humanas, las cuales, por desgracia, muchas veces están por debajo de la voluntad.
Hemos tenido presidentes de la república mujeriegos, pervertidos, sinvergüenzas, con problemas mentales, también alcohólicos, pero su condición humana, social, emocional y psicológica no ha trastocado el terreno público, lo que ha permitido que el tema no se ventile públicamente. Cuando el Presidente se presente en estado de ebriedad a un acto protocolar de envergadura y cometa una serie de pifias públicas, entonces podrá ser cuestionado porque él mismo habrá llevado sus asuntos personales a la esfera de lo públicamente criticable.
Ahora bien, en el asunto de la ética que presumiblemente violó la periodista, MVS está obligado a hacer público su Código de Ética y explicar exactamente en qué punto incurrió en violación Aristegui. Por otro lado, la empresa debe explicar por qué y bajo qué preceptos empresariales notificó a la Presidencia de la República el cese de la comunicadora. Vemos que el Código de Ética de MVS no contiene puntos esenciales como la reservación de hechos para sí, que protejan la integridad profesional de sus empleados. Haber notificado a la Presidencia el hecho, significa que fue ésta la que solicitó el despido. No pretendan engañarnos.
Que Aristegui intentó meterse en la vida privada de Felipe Calderón, lo aceptamos; pero no admitimos los pretextos burdos que en el fondo, solo resaltan el interés público del Presidente de acabar con sus críticos. Preocupa que desde la Presidencia se ordene el cese de periodistas incómodos. Indigna que la institución presidencial intente someter a los periodistas con “cartas de disculpa”, como ocurrió con Carmen Aristegui y que, al negarse a hacerlo, fue sacada del aire. No contribuye el Presidente Calderón, con esas actitudes, a confiar en sus discursos sobre democracia y respeto a la libertad de expresión.
También preocupa porque ayer mismo, el mandatario culpó al crimen organizado de ser el principal peligro para los periodistas. ¿No estaremos frente a la posibilidad de una guerra sucia contra los periodistas críticos, aprovechando las acciones del crimen organizado? ¿Ordenarán el asesinato de algunos periodistas bajo el esquema criminal para lavarse las manos? ¡Mucho cuidado!

Tarjetero
*** El gobernador Juan Sabines Guerrero recibió de parte del Congreso de la República de El Salvador, un galardón por su intensa lucha en favor de los migrantes. *** En breve, estará lista la Agenda Legislativa, anunció ayer la diputada Arely Madrid Tovilla. El atraso —dijo— se debe a que en éste primer periodo, se dedicaron a sacar adelante los rezagos que la anterior legislatura les dejó. *** Sobre el mismo tema, Enoch Hernández, del PT, dijo que ha habido falta de coordinación. Ya veremos en qué termina el asunto. *** Luego nos leemos.
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