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La “cordialidad imperial” de Hillary

Calderón, a las órdenes gringas.
Fichero Político

Angel Mario Ksheratto



Tras la última visita de Hilary Clinton a México, en los círculos políticos de Washington y Los Pinos, se habla insistentemente de la “cordialidad” entre Estados Unidos y México. Los halagos entre miembros de las dos administraciones llegan a regodearse en la delgada línea de lo ridículo, lo inconsistente, lo fraudulentamente planeado para ocultar lo evidente, lo que ni ocupa ni preocupa a ambos gobiernos. El tema central de la señora Clinton con las autoridades mexicanas ha sido el de moda: la creciente inseguridad… En México, claro está, porque allá, del otro lado del río Bravo, no parece estar salpicando la sangre de los mexicanos que acá, se derrama en una guerra brutal que no encuentra explicación y menos, una justificación.
Esperábamos una visita más cortés; ahora sí, “cordial”, pero fue en realidad, una visita imperial en la que se quiso dejar en claro, pero muy en claro, que la frontera de Estados Unidos no es la línea divisoria en que miles de migrantes han perdido la vida a manos de miembros de la Border Patrol, sino la franja que, geográficamente, divide a México y Guatemala, pero políticamente, según la estrategia gringa, está obligada a contener el flujo migratorio de Centro, Sudamérica y otros países que intentan llegar al sueño americano vía México.
Y no solo la migración, sino el trasiego de drogas, que si lo vemos con franqueza, no debería ser asunto nuestro, sino de ellos, los grandes consumidores.
La señora Clinton no vino a ofrecer una cooperación sana, basada en intereses comunes para ambas sociedades, sino a imponer reglas que van más allá de una diplomacia comprometida con la salvaguarda de los ciudadanos de los dos países. Los halagos a los logros en la guerra contra el crimen organizado, no nos dicen nada. No hasta que veamos un claro compromiso de Estados Unidos en el tema del abastecimiento de armas a los grupos al margen de la ley. No hasta que veamos campañas serias y contundentes para erradicar el excesivo consumo de drogas en su país.
Para la administración Obama, nada mejor que México, Centro América y América del Sur sigan poniendo la sangre para que sus ciudadanos puedan vivir drogados permanentemente. La cooperación que ofrecen está restringida solamente a la protección de sus intereses y no abarca los de los países al sur del suyo.
Nos parece hipócrita; por el lado nuestro, es una aberración que los gobiernos del área admitan imposiciones y no se permitan la dignidad de exigir acciones concretas a los Estados Unidos. En los dos temas que verdaderamente interesan a la sociedad latinoamericana, los gobiernos han sido tibios; más bien receptores mudos de mandos que ponen en riesgo la integridad moral de sus respectivas naciones. Esto último, al margen de la independencia, la soberanía y la autonomía de los pueblos.
La palabra “cooperación” es inentendible desde el punto de vista que se le quiera ver. El Congreso gringo aprueba millones y millones de dólares para combatir a las bandas que trafican drogas, pero se despreocupan de las bandas internas que desde ahí, envían inmensas remesas de armamento a las de acá. Más aún, aprueban leyes que permiten el libre tránsito de armas de todo calibre. La matanza en Arizona recientemente, probó lo que ahora decimos.
Es una cooperación torpe: Acá, de éste lado se ponen los muertos y allá, las armas. Incomprensible.
Se debe entender que una cooperación debe basarse en principios sólidos; en confianza, en actitudes, en acciones conjuntas. El “Plan Mérida” si hemos de revisarlo, nos dejará como resultado una estela de muerte en México. Hasta ahora, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, han muerto ciento once inocentes en la guerra contra el crimen organizado. ¿Esa es la cuota que debemos poner para creer que en efecto, tenemos la cooperación de Estados Unidos? Por paradójico que resulte, el país gobernador por Barak Obama, arma a los dos bandos. Buen negocio, sin duda.
Ya no más hipocresías imperiales. Ya no más “cooperaciones” insensatas. Nuestros gobiernos latinoamericanos, deben sopesar su participación en esa inequitativa “cooperación”.

Tarjetero


*** Aún cuando se trata de un escándalo en el mundillo del espectáculo, el caso del cantante Kalimba, ha reabierto el debate sobre varios temas: la prostitución infantil, el lenocinio, la explotación laboral de menores, la impunidad, etc., etc. Todos sabemos que las famosas “agencias de edecanes” en realidad son proveedoras de placer sexual y en la mayoría de los casos, se trafica con muchachitas menores de edad. Y muchas veces, por desgracia, con la anuencia de los padres. Basta ver el cinismo de los “tutores” de la presunta víctima del artista, para darnos cuenta que ahí, la ley debe ser estrictamente pareja. Es decir, si hubo una violación, castigar al victimario, pero también al dueño de la empresa que contrató a las chamacas ambiciosas involucradas. Pero también, a los padres, porque, por muy ignorante que sean, sabían que sus hijas estaban, por lo menos, expuestas a una situación de esas. La urgencia es legislar, en Chiapas, sobre el tema. Basta ir a juna discoteca de Tuxtla Gutiérrez para darse cuenta que ahí, niñas desde 14 hasta 18 años, se presentan a las mesas de los parroquianos para hacerse invitar una cerveza, pretexto para proponer sus servicios sexuales. Que hay leyes en la materia, sí, pero no hay quién las aplique. Ayer se realizaron los funerales del obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García. Descanse en paz. *** Luego nos leemos.
ksheratto@hotmail.com
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