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Las lengua de el Chunco, veneno eficaz

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto




Junto al ahora senador, Manuel Velasco Coello,
Ariel Gómez, en sus tiempos de gloria.

A Ariel Gómez, alias “el Chunco”, ya le han dado hasta por debajo de la lengua, ésa parte de su cuerpo que lo ha llevado, primero a una inmerecida curul y ahora, al descrédito personal que, por desgracia, no solo arriesga su empobrecida moral, sino la de todo un pueblo que, por naturaleza y convicción, ha sido solidario con todas las desgracias que han sacudido al mundo. El affaire en que el también diputado federal por el PRD ha estado inmerso, no solo da para tundir al Chunco como bien merecido se lo tiene, sino para reflexionar sobre las consecuencias derivadas de la ambición de poder de los partidos políticos y más aún, de la irresponsabilidad de nosotros, los electores.
Cuando Ariel Gómez León surgió como candidato del PRD sin haber renunciado de su anterior partido, el PVEM, Carlos Navarrete, alto directivo del Partido de la Revolución Democrática, dijo aquí mismo en Chiapas que a ellos, los perredistas, se valía un soberano cacahuate quién o quiénes fueran sus candidatos; “queremos ganar con quien sea, no nos interesa quienes sean, solo que nos garanticen el triunfo”, dijo el senador. Ahí está el resultado de la ambición. Ahora, quieren expulsar al Chunco (bien harían, por lo menos, para blanquear un poco el permanente estado de inmoralidad en que se revuelcan los perredistas), lo señalan, acusan, condenan y critican. ¿Quiénes, si no los hombres enquistados en la dirigencia perredista son responsables directos de las brutalidades de Gómez León?
Hoy se rasgan las vestiduras; ayer, cuando requerían votos, le alababan, le aplaudían las torpezas radiales que solía decir el ahora defenestrado locutor. Hipócritas y ambiciosos. Dueños de toda inmoralidad, pretenden deslindarse de un asunto que avergüenza a todos, pero que ellos y no otros, provocaron con su terca necesidad de apoderarse de las instituciones mexicanas. Ellos supieron a tiempo que su “candidatazo”, no reunía ni una sola cualidad política ó social para ir a sentarse a San Lázaro, levantar el dedo y cobrar sueldos exagerados; supieron que el Chunco, es un megalómano, manipulador y mentiroso incurable. Nada les quedó oculto y sin embargo, decidieron apoyarlo aún a sabiendas que a verdaderos perredistas, a hombres leales de la izquierda mexicana, iban a dejar fuera de toda posibilidad de llegar a la Cámara de Diputados a hacer un papel decoroso, digo y respetable. ¿De qué se quejan ahora? ¿Por qué tanta alharaca por la zurrada que salió de la boca de su bufón preferido?
La estupidez cometida por El Chunco da también para reflexionar sobre el contenido de algunos programas de radio. Todos sabemos que los Medios de Comunicación, también deben servir para educar, para orientar y no para hacer todo lo contrario. Ahora es común escuchar palabras como “jodido”, “desmadre”, “culero”, “puta”, “verga”, “pendejo”, “puto” “güey”, “culo” y otras que aunque no son propiamente una majadería, no corresponden al buen léxico de los chiapanecos. En el mismo programa donde el ahora ex locutor dijo tal cantidad de sandeces contra los haitianos (por cierto, todos los co-conductores del multicitado personaje disfrutaron y refrendaron lo dicho por éste y por tanto, merecedores deberían de ser de la misma sanción), le escuchamos a él mismo, pronunciar groserías impensables en otros tiempos donde la radio se escuchaba con gusto.
Por ahí también, hay un “locutor” que públicamente pide a sus oyentes sostener relaciones homosexuales con él, como si tal cosa. Otros, de plano, dicen tantas malcriadeces, que francamente, da asco prender la radio. Hay notables excepciones y ante éstas, nos quitamos el sombrero. Pero la mayoría, francamente, dan pena, asco. No por mantener cierto nivel de audiencia, se debe permitir que auténticos patanes, se apoderen de los micrófonos y abusen de éste. Las autoridades correspondientes, desde luego, tienen la enorme responsabilidad de vigilar que no se cometan tropelías como la brutalidad del Chunco.
Ariel Gómez León, por dignidad, en congruencia con lo que él llama “fe”, debe renunciar al cargo de diputado federal; ya dejó la radio y eso, aunque para su vida personal no es bueno, sí lo es para el colectivo estatal que espera de sus formadores de opinión, seriedad, respeto, tolerancia, educación. Le creeremos francamente arrepentido de su burrada, si renuncia a la jugosa dieta y por último, que deje de quejarse y echar la culpa de su actual situación a sus invisibles “enemigos políticos”. Nadie le puso una pistola en la cabeza para que llenase de insultos racistas a los haitianos. Ninguno de sus aparentes adversarios le obligó a defecarse fuera de su plato de comida. Así de sencillo.

Tarjetero

*** Bien por Salvador Cabañas que ya está recuperándose de la lesión sufrida a manos de un sujeto que hasta ahora, se sabe que es toda una fichita. *** Tras la masacre de 16 jóvenes en Ciudad Juárez, el Senado de la República decidió citar a comparecencia al Procurador General de la República, Arturo Chávez; así mismo, a los titulares de la Defensa Nacional, de Marina y Seguridad Pública. En esto, sin duda, habrán de exigirles una reorientación de la lucha contra el narcotráfico, pues hasta ahora, es más terror que resultados tangibles. *** No fue “incidental” el comentario del Chunco. Tampoco estaban en corte comercial, pues estaba leyendo los mensajes de sus oyentes. Que no mienta, pues. *** Cero y ya van varios incidentes lamentables en los famosos “Conebus”. O sea, se salió de las brasas para caer en las llamas. Se supone que tales unidades no las iban a manejar los mismos brutos que por años aterrorizaron a los usuarios en las rutas 1 y 2. Pero salió peor el remedio que la enfermedad. *** Luego nos leemos.
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