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La tragedia de Calderón

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


Urge investigar y decir la verdad
sobre el accidente en el que
perdió la vida Juan Camilo Mouriño.

Asediado por los magros resultados de una guerra contra el crimen organizado, el presidente Felipe Calderón, de pronto se encuentra en medio de una crisis de gobierno, generada por la inesperada muerte del hombre fuerte de su administración, evento lamentable que arrastra a la sociedad a un mar de dudas y sospechas, que se ensancha conforme se hacen más evidentes los tropiezos de los encargados de encontrar las causas del fatal percance. Para fortuna de los millones de mexicanos que vieron atónitos las catastróficas imágenes televisivas, el mismo Calderón tuvo una reacción inmediata y ordenó que se difundieran los últimos contactos de la nave siniestrada con la torre de control, hecho inédito, dado el inexplicable celo que en torno a sucesos como ése, han tenido anteriores gobiernos. Fue el oportuno cubetazo de agua para apagar el incendio de lenguas que empezaba a devorar la frágil credibilidad del gobierno calderonista. Pero no ha sido suficiente.

Las dimensiones de las secuelas políticas que deja la muerte del encargado de la política interna y, ¡ojo!, el principal encargado de la lucha contra el narcotráfico (José Luis Vasconcelos), van más allá de las conjeturas -válidas o aventuradas- y coloca a la lucha contra el crimen en el centro de todos los recelos. Todos escuchamos por todos los Medios posibles, la calma que el piloto de la aeronave que trasladaba a Juan Camilo Mouriño de San Luis Potosí, tenía al intercambiar información con el controlador aeroportuario. Ocurrió, dicen, entre dos y cuatro segundos antes que ésta desapareciera del radar y se perdiera por completo la señal de radio. ¿Qué ocurrió en ése minúsculo instante? Quizá nunca lo lleguemos a saber. Suelen ser "secretos de estado", asuntos incognoscibles.

No obstante, para salud del Estado mismo, la urgencia es investigar a fondo y no sólo encontrar pretextos que a la postre, solo alberguen desesperanza e incertidumbre social. Cuales quiera que hayan sido las causas de ese accidente, deben ser vistas en su plenitud. Por otro lado, debemos recordar que Juan Camilo Mouriño y José Luis Vasconcelos, no son las únicas víctimas; hay otras que, igual, cumplían una función pública y otras -las más lamentables por haberse encontrado en el lugar y hora equivocados- a quienes prácticamente se les ha relegado al triste papel de "mártires inoportunos".

Los excesos, siempre serán malos; y elevar a rangos casi divinos a solo dos de éstos, es una desproporción que descalifica y roba nobleza a la administración de Calderón que, como quiera que sea, debe ser un doliente solidario con las familias de todos los que perdieron la vida y quienes permanecen en los centros asistenciales. Y por último debemos rechazar y condenar la hipocresía y el oportunismo de algunos que hace unos días, llamaban a Mouriño "corrupto" y a Vasconcelos, "amigo de narcotraficantes", y que tras enterarse de la tragedia, sedientos de cámaras y micrófonos, corrieron a "dar el pésame". Ni uno ni otro fueron santos y estemos seguros que no lo serán, con todo y que ahora, hasta sus detractores les rinden póstuma pleitesía; debe, eso sí, prevalecer el respeto por ellos como víctimas y desde luego, a sus familiares que sufren su pérdida. La muerte no es cosa de lucros ni oportunismos y tampoco es para caer en excesos que a veces, rayan en la cursilería barata y el ridículo exasperante.



Sí, pero, ¿cuándo?

Casi a diario leemos o escuchamos el clamor popular que exige castigo para Pablo Abner Salazar y la pandilla de delincuentes que saquearon a la entidad; también vemos cómo se presentan una y otra prueba de las raterías y abusos de éste. Y no pasa nada. Es como si de pronto, las autoridades obligadas a encausar la justicia por el sendero apropiado, se hubiesen vuelto sordas, ciegas, mudas, paralíticas y hasta... Personalmente he escuchado a más de un funcionario jurar que "ya, en breve, se librarán las órdenes de aprehensión correspondientes", pero igual, todo sigue como si no hubiese ocurrido nada. Cuando se indaga en las oficinas donde se llevan a cabo los presuntos procesos penales, simple y sencillamente, no han consignado los expedientes ante el juez de la competencia, bajo el cruel alegato que los demandantes no han ratificado su demanda. Es como si se entrase a un festival de burlas. Y se imagina uno a los funcionarios hincados de la risa después de anunciar drásticas batallas contra la corrupción, burlándose del ingenuo pueblo que cree que ya, que los ladrones del "Stan" y de todo lo demás que se robaron, están a punto de pagar sus raterías. ¿Hasta cuándo seguirán riéndose de la sociedad los que asaltaron a los chiapanecos? Pruebas, insisto, hay por montones. No lo pueden ocultar.

¿Estamos ante la red de complicidad más cínica y descarada de la historia de Chiapas? Hemos dicho una y otra vez que ahora es cuando vamos a ver de qué lado está la lealtad. Si de lado de Chiapas o de sus saqueadores; del lado de Juan Sabines o de Pablo Abner. Eso lo veremos en los próximos días y ya se enterará usted por qué.



Tarjetero

*** Sin los resultados de la encuesta nacional sobre adicciones -cosa que lamenta mi buen amigo, el autor- Carlos Hiram Culebro Sosa, presentó el libro "Las Drogas", en el que rechaza la legalización de la marihuana. Pos ya que. El libro lo auspició la UNICACH, cuyo rector, Roberto Castellanos Domínguez, estuvo presente durante la presentación que fue muy concurrida, siendo uno de los presentadores y comentaristas, Miguel González Alonso, prestigiado periodista chiapaneco que por cierto y para estar a tono con las ideas de Culebro Sosa, presentó los resultados de su antidoping: negativo. *** Circula la especie que en el caso, del matón de Huehuetán, dinero del tráfico de ilegales puede estar siendo utilizado para evitar su desafuero. Y Arely Madrid, la intermediaria para el reparto. No hay que dudarlo mucho: un alcalde corrupto, con un historial delictivo impresionante y una lideresa ambiciosa, lo perfecto para lograr lo que la ley en manos de un congreso débil, no podrá hacer. *** Luego nos leemos.
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