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AMLO quiere diálogo con sus *¨Ç$·&"* adversarios

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto



Andrés Manuel López Obrador, llama
al diálogo pero no deja su discurso
apantallante y agresivo.

¿Cómo le gustaría a Usted el diálogo entre Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón? ¿O cómo imagina una charla de política entre el tabasqueño y el madrileño Juan Camilo Mouriño? –“Joder Manolete que estáidz plenamente equivocado, que yo no he hecho negodzios con PEMEX”. “¡Al diablo con tus chachalaquerías, coño!”–. Interesantísimo. Un diálogo de altura, entre adversarios coyunturales surgidos, el de aquí de una derrota electoral y el de allá, de un capricho unipersonal que marcó el inició de la decepción nacional por Calderón. Andrés Manuel, fiel a su estilo de gallito peleador, propuso el domingo pasado una apertura que incluye un “diálogo con los adversarios” a quienes, de paso, volvió a embarrar con acusaciones de cualquier calibre, peso y dimensión. Los culpó de la extrema pobreza, los volvió a acusar de bandoleros y remachó su proverbial lenguaje de guerra contra ellos… Pero les pidió sentarse a platicar para encontrar, según él, una salida a la crisis de seguridad y financiara que atraviesa México.
Algo así como la estrategia de McCain, el candidato de Bush a la Casa Blanca, en un desesperado recurso para congraciarse con el electorado gringo, cuyo hartazgo por los yerros económicos de Geroge W., inclinó, desde un principio, la balanza a favor de Obama. En otras palabras, el agua arriba del cuello de López Obrador le está obligando a “pedir esquina” sólo que en medio del lago de soberbia en que se debate, no deja de lado su discurso pendenciero que poco a poco arrebata la paciencia de sus propios correligionarios. Andrés Manuel me recuerda a un muchacho que hace años, en estado de ebriedad, chocó su automóvil contra un poste quedando prensado entre los hierros retorcidos, bastante grave. Los socorristas que acudieron a ayudarlo, se llevaron sendas mentadas de madre del herido que pedía a gritos que lo sacaran de donde se encontraba, pero maldecía cada vez que, por los esfuerzos, los paramédicos tocaban alguna herida. Así está el excandidato presidencial. Quiere salir del atolladero, pero aflora su sensibilidad de político soberbio cuando las cosas no se hacen como a él le gustaría.
No entendemos cómo pide conversar con sus adversarios si los sigue tratando con adjetivos políticamente incorrectos. Y no porque esté equivocado, sino porque en su afán por trascender, ha confundido la gimnasia con la magnesia. No se si usted aceptaría tomarse una taza de café con alguien que lo insulta públicamente, lo agrede, le impone cualquier cantidad de epítetos e incluso, lo amenaza veladamente. Cierto, en la política como en el amor, todo se vale, menos desechar al de enfrente cuando los intereses aprieten y volverle a levantar del fango, cuando sin querer, el adversario se convierte en la única alternativa de súpervivencia. En la crisis financiera que nos acecha, nadie ha previsto un verdadero plan de emergencia; ni el propio Andrés Manuel, quien en el mismo acto en que llamó a sus adversarios a un diálogo, esbozó algunas ideas sueltas que no convencieron a nadie, precisamente porque su atenta contra ciertas libertades empresariales y de comercio interno.
De tal forma que el pedido de diálogo del excandidato presidencial, llega demasiado tarde… O quizá, extremadamente cargado de condiciones que se pierden ante la urgencia de enfrentar dos crisis sin precedentes en el país: la financiera, que no tiene camino de retorno y la de seguridad, que ha rebasado la capacidad de respuesta de las autoridades. Distraerse en lo que podría ser un diálogo de sordos irracionales, sería un error de fondo, a menos que López Obrador se ponga al mismo nivel de todos los mexicanos, admita la realidad del país (y la suya, por supuesto) e inicie sus conversaciones con mesura, respeto y tolerancia. Mientras, solo va a ser el tizón que avive el fuego y que ni a él ni a sus adversarios, va a reportar ganancias, aunque a los mexicanos, sí les afecte puesto que, entre más gritos y sombrerazos haya en la guerra por quedarse con las miserias de la crisis, menos resultados favorables vamos a ver.

Tarjetero

*** ¡Es inconcebible! Aparte que todos los días ocasionan accidentes y que prestan un servicio inhumano, los transportistas han anunciado que van, de nuevo, a subir el valor del pasaje. ¿Sabe quién lanzó tal amenaza? El mismo que ofreció uniformar a los cafres y no ha cumplido; el que cobra en la nómina municipal y no se presenta a cumplir con sus labores: Sergio Rayo Cruz. Lo único que seguramente cumplirá, es elevar los precios del pasaje. ¿Y los usuarios? Ahí que sigan exponiéndose a esos cajones de la muerte que cada vez son más caros. La inmoralidad en toda su expresión. *** Ni los guaruras se salvan de la ola de asaltos en la capital. Y eso que, dicen, acá no pasa nada. ¡Ja! No pues. Ocultar de cualquier forma la espiral de violencia no es, ni será nunca, la solución; es como si el médico encubriese a su paciente la gravedad de sus males. Pero en fin. Si los guaruras no están a salvo, nosotros, menos. *** En ayuntamiento de San Cristóbal de las Casas, el desorden por el control de los mandos policiales es tal que unos y otros se lanzan cualquier cantidad de lodo sin darse cuenta que mientras eso sucede, los ladrones hacen lo que en gana les viene. Eso pasa porque Mariano Díaz Ochoa no tiene solvencia moral ni autoridad sobre el Ayuntamiento. Viene a ser mucho menos que un cero a la izquierda. Ya le tendré un material de esa alcaldía, que lo va a dejar frío. *** Ahora resulta que el expriísta, exverdista, expanista y ahora flamante perredista, Luís Gabriel Sánchez, se cambia los apellidos para dar declaraciones de un tema que no le corresponde. Y no le corresponde, porque en los momentos álgidos de la crisis en la facultad de Derecho de la UNACH, escondió la cara. Camaleónico, el exdiputado que recién fue despedido del Ayuntamiento capitalino, ahora se hace llamar Luís Gabriel Vásquez Sánchez. Lo que es el miedo a perder la olla de frijoles. *** Luego nos leemos.
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