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De "bolomóviles" y colectiveros... un paso a la muerte

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


Las leyes han sido creadas para
extender la corrupción de las
policías en Chiapas.

La medida de poner a disposición de los bolitos taxis especiales para que los lleven a sus casas, es buena, pero no deja de ser chistosa y al mismo tiempo, indignante. Cierto es que en estado de ebriedad, muchos ciudadanos cometen la imprudencia de imprimir más velocidad a sus automóviles y en consecuencia, ocasionan graves accidentes. Pero las estadísticas de las mismas autoridades de tránsito indican que no son los borrachos quienes causan más accidentes, sino los colectiveros y taxistas, cuyas cifras son alarmantes. Desde que entró en vigor la “Ley Antibolos” (que en realidad se creó con la intención de pretextar encubiertamente la persecución de los opositores de la dictadura) el índice de percances viales ocasionados por personas en estado de ebriedad, bajó considerablemente; con las sanciones pecuniarias y punitivas, también subieron las extorsiones de la Policía de Tránsito. Antes de esa draconiana ley, quien manejaba en condiciones desastrosas, bastaba con poner en la palma de la mano de un agente policial un billete de doscientos pesos y podía seguir tranquilo su camino. Después, la tarifa se disparó desde tres hasta los cinco mil pesos, pues salía más barato pagar la “mordida” que ser consignado a la entonces Fiscalía e ir a parar a las celdas de la prisión de máxima seguridad, “El Amate”. Todo esto, como quiera que sea, inhibió a los briagos quienes tomaron sus debidas precauciones y por ende, los accidentes de esa naturaleza, bajaron en la tabla de control oficial.
Los colectiveros y taxistas sin embargo, no han dejado el primer lugar en incidentes viales graves. Siempre lo han tenido y dispararon sus números desde que los dueños de las unidades se convirtieron en empleados de gobierno, donde se alimentan de impunidad absoluta. Contra éstos, no hay ni siquiera medidas precautorias. Y de sanciones, ni hablar. La semana pasada hicimos una pregunta pública a las autoridades para que, de esa misma manera la respondiera. ¿Cuántos choferes de combis están presos por los accidentes que han ocasionado? Nadie ha respondido. ¿Sabe por qué? Sencillamente porque gozan de impunidad, porque la autoridad es blandengue y porque las sanciones, no se aplican adecuadamente. Se había amenazado con retirar las concesiones a los transportistas que se vieran involucrados en un accidente grave y hasta ahora, todo sigue igual. Siempre que un taxi o una combi provocan un percance, la información cantada de las autoridades es que el chofer “se dio a la fuga”, aunque al otro día, el sujeto amanezca manejando otra unidad del mismo dueño. A todo esto nos preguntamos: ¿Dónde está el seguro del usuario? Simplemente, no hay.
Y mientras el transporte público es una vergüenza mundial, se dispone de un programa de “apoyo” a los bolos que no queda nada claro. Según se supo, se trata de taxis de ciertas cooperativas (así les dicen aunque en realidad son pulpos del transporte los verdaderos dueños) quienes prestarán ese servicio. De por sí, los taxistas son abusivos y más, cuando ven que el ciudadano va pasado de copas. ¿Se imagina la de abusos que habrá? ¿Quiénes en realidad son los beneficiados con ese “programa”? Habrá qué ver a quién pertenecen las flotas de taxis contratados para saber quién es el de la porción grande del pastel.
Toda acción de gobierno en beneficio de la sociedad es buena. Hemos visto que desde los días jueves, hay impresionantes operativos de la Policía de Tránsito en las cercanías de la zona de diversión tuxtleca. Desde el hotel Bonampak hasta la discoteca “Grillos” por la Pochota, abarcando la novena sur y quinta norte, se va a topar con patrullas de todas las policías, especialmente de Tránsito. Como que tienen informantes en los antros, porque saben exactamente quién va en estado de ebriedad y a ése detienen. Pero se van, así estén rebotando de bolos. Estamos hablando, entonces, de operativos fracasados que sin duda, llevan la secreta intención de recaudar algunos fondos… Al menos para los agentes de tránsito. Mientras toda la fuerza policial está concentrada en perseguir a los ciudadanos que se van de parranda, el servicio público de transporte, hace lo que le da la gana. Hace unas semanas, sobre la calzada Fidel Velásquez, a la altura del antiguo rastro, una combi rebasó a todos los automóviles sobre la acera derecha; ¡pasó las llantas sobre los pies de un señor que estaba arreglando su carro en su garage! Ni una patrulla, ni nada. Sobre la calzada Sumidero, otra combi golpeó el carro de una señora que se frenó abruptamente; el chofer se bajó de la unidad con un machete en la mano para agredirla. Cuando vio que era mujer, se contuvo. ¿Quién los pone en orden? ¡Nadie! Por cierto, deberían hacer un operativo para incautar armas punzo cortantes en el servicio de transporte y encontrarán un verdadero arsenal. Por lo visto, los famosos cursos que les han dado, son un fracaso descomunal que devela la ineptitud de quienes lo están impartiendo. Pero más que eso, nadie se atreve a aplicar la ley. Ese es el mayor problema. Y así seguirá porque no vemos voluntad para hacer las cosas como corresponde, porque no hay seriedad en las acciones para garantizar la seguridad de los usuarios y de la sociedad en general. Ampliemos las preguntas públicas sobre el transporte: ¿Cuántas concesiones han retirado por violar la ley y provocar accidentes? ¿De qué sirven los aparatosos operativos antibolos si no han podido atrapar a las bandas de junior’s que operan en la capital? ¿Por qué son un fracaso los cursos de capacitación? ¿A quién se deben las autoridades, a los pulpos del transporte o a la sociedad? Si nos dan una respuesta, estamos del otro lado. Ppero francamente, lo dudamos.

Tarjetero

*** Que la “Prohibición Luna” fue desechada por incongruente y porque Luna, dicen sus propios colegas, no tiene solvencia moral para emitir una orden de ésa naturaleza y porque tan absurda medida, no fue bien vista por nadie. Bien dicen que un tonto con iniciativa, es más peligroso que un loco sin entendimiento. *** Luego nos leemos.
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