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La trágica locura de Mariano

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


El alcalde de San Cristóbal de las
Casas, como la Chimoltrufia: Cuando
dice una cosa, dice otra.

Si algo hacía falta a la grave crisis de inseguridad que cada día se agudiza más en San Cristóbal de las Casas, es la incapacidad del edil, Mariano Díaz Ochoa, para ofrecer a los pacíficos habitantes de la ciudad, garantías mínimas que les permitan vivir alejados de la zozobra que provoca la violencia común que se extiende rápidamente en todas las esferas sociales. Con notorias alteraciones de razonamiento y apegado a un comportamiento neuro-psicótico de alto riesgo para la salud política y social de San Cristóbal, el alcalde ha perdido autoridad moral y control político, lo que ha generado un peligroso vacío de poder que lo ha llevado, por ejemplo, a destituir a su jefe policial bajo acusaciones graves y reinstalarlo en seguida, como subdirector de la corporación a la que presuntamente manchó con actos de corrupción y abuso de poder.
Miguel Ángel Aguilar Velásquez, ha sido señalado de tortura, secuestro, detenciones ilegales, extorsiones, acoso sexual, tentativa de violación, amenazas de muerte, instalación ilegal de retenes para extorsionar a contrabandistas de madera, tratantes de blancas, ladrones de ganado, inmigrantes ilegales y narcomenudistas; fue despedido de la Dirección de la Policía Municipal por las presiones ejercidas luego que se conoció la ilegal detención del hijo del reconocido periodista, Hugo Isaac Robles Guillén, empero, no pasó mucho tiempo para que, derivado del vacío de poder que impera en el Ayuntamiento, volviera a ser contratado, ahora como “subdirector” de ése cuerpo policial. Curiosamente, el índice de criminalidad se dispara cada vez que Aguilar Velásquez toma control de la policía local.
La conducta ambivalente de Díaz Ochoa, empieza a preocupar a los sancristobalenses; hace algunos días, cuando ya había cobrado los impuestos de un grupo de vendedoras y atól en el parque Central, ordenó su violento desalojo que incluyó, destrucción de los puestos y confiscación de las ollas. Cuando las tuvo enfrente, se disculpó y ofreció pagar por el desastre. De pronto, cuentan las agraviadas, cambió de parecer, montó en cólera y empezó a pegar de gritos como vaca en medio del matadero.
–Fue el cabrón gobernador el que ordenó que las desalojara–, se justificó, dicen, a punto de llanto.
Los arranques de euforia y fingido arrepentimiento que acusa Mariano Díaz Ochoa así como sus repentinos cambios de opinión ante sus propios actos, son sin duda, signos de un marcado trastorno bipolar con tendencia a la gravedad. Quienes trabajan cerca de él aseguran que han detectado algunos síntomas de esa enfermedad: trastorno de cálculo (todas sus acciones no han tenido un impacto positivo); deficiencias en su lenguaje expresivo (hay qué llevar intérprete para tratar de adivinar el mensaje que emite); trastorno mixto del lenguaje receptivo-expresivo (ni entiende ni se hace entender); trastorno fonológico (suele pronunciar una palabra por otra); tartamudeo (sin comentarios); trastorno negativista desafiante (retó al gobierno y las leyes en el caso de “Los Humedales”); comportamiento agresivo (no vacila en echar la fuerza pública a mujeres indefensas); mutismo selectivo (la mayor parte de las veces, enmudece o se sale de las sesiones del cabildo para no entablar comunicación con los regidores); deliriums varios (persecución, superioridad, ladinismo, etc.); demencia múltiple (suele olvidarse, de un rato a otro, lo que dice u ordena); cambios constantes de personalidad (delirio de grandeza y sentimiento de inferioridad al mismo tiempo); fobia social. (Desde su arribo por segunda ocasión a la Presidencia Municipal, Díaz Ochoa se ha encerrado a piedra y lodo, negándose a recibir en audiencia a sus gobernados).
La gravedad de la conducta del señor Presidente Municipal, obliga a la reflexión; ¿están los coletos en manos de un hombre sano y apto para gobernarlos? ¿Hasta dónde la criminalidad está al tanto de las deficiencias mentales del alcalde? ¿El vació de poder que se respira en aquella ciudad podrá soportar un “apretón” más de los delincuentes? Ante esto es recomendable que, si existiere una Comisión de Seguridad entre los regidores del Ayuntamiento, sus miembros deberían proponer la inmediata destitución del ahora subdirector de la Policía Municipal. Si el alcalde no está en sus cabales, que los regidores se apeguen a las exigencias de la ciudadanía y no vaya a ser que éstos resulten más chiflados que su jefe edil. O lo que resultaría peor: que estén dentro de las mafias que se mueven bajo el resguardo de la Policía Municipal. Sería lamentable que ante la incapacidad del alcalde, los regidores malbarataran esa condición para hacerse de mulas Pedro. Por que las entradas por extorsiones, por ejemplo, a los vendedores de discos piratas, son altas; ya no digamos las otras que se cobran a los traficantes de ilegales, de maderas y otros grupos al margen de la Ley. El desorden es notorio, incluso, en el tránsito citadino. Hasta antes del regreso de Díaz Ochoa, manejar dentro de la ciudad era un placer; había respeto, educación, orden. Hoy, los taxistas andan desaforados, mientan madres a la menor provocación, se estacionan en doble fila, le echan el carro a los peatones. San Cristóbal era ejemplo en todo el país en educación vial. Ahora ya ni eso. Es un riesgo altísimo manejar es sus estrechas calles. Solo ahí se puede dar cuenta del desastre que ha llevado Mariano y su pandillita de amigotes. Ojalá cambien las cosas.

Tarjetero

*** ¿Se acuerda usted que uno de los compromisos con los transportistas para no aumentar el precio del pasaje era que a cambio no se otorgarían más concesiones? Pues ahí está que no hay más concesiones, pero eso sí, los señores pulpos del transporte, ya subieron el pasaje y están con la idea de incrementarlo más. ¿Y la modernización? ¿El mejor trato? Nada. Los choferes siguen siendo tan patanes, lo que nos obliga a decir que la famosa capacitación, solo ha sido jarabe de pico. ¡Vaya! Todo un fracaso. Insistiremos en que la única alternativa es la aplicación de la ley. *** Luego nos leemos.
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