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La libertad, imperio de la sociedad

Discurso pronunciado en la toma de protesta para la presidencia del FREPECH

El periodista Angel Mario Ksheratto,
tras rendir protesta, ante el
gobernador Juan Sabines Guerrero.

Éste, es un acto de libertad plena; de renovación, pero también de reconocimiento a las convicciones de hombres y mujeres, que desde su respectiva trinchera, han construido caminos para que derechos y deberes, se encuentren y nos prodiguen la esplendidez de contar con un marco jurídico, alejado de la pretenciosa supresión de libertades y derechos, que en el reciente pasado formaron parte de la historia negra de Chiapas.
Quiero reconocer, hoy, la templanza y abierto criterio del gobernador Juan Sabines Guerrero, sin cuyo compromiso con la justicia, no estuviésemos hoy, congregados en torno al patrimonio de todos: La libertad de expresión, que de motivo de enconos, es ahora, fuente de juicios sólidos que abren la puerta a reflexiones valederas.

Gracias, gobernador Sabines, por su visión y las consideraciones personales que ha tenido con los periodistas de Chiapas –y con toda la sociedad que finalmente es beneficiaria directa– al derogar una ley draconiana y retrógrada que eliminaba toda posibilidad de transparencia y pulcritud en el servicio público. Por ello, cuando hablo de deberes y derechos, me refiero al compromiso de todos de construir, no un imperio de la ley, sino una ley que imponga, la libertad como imperio de la sociedad.

También quiero reconocer la capacidad, el talento y valor de un hombre –periodista para más señas– que no vaciló, ni se doblegó ante las argucias oficiales que en el pasado reciente, intentaron sustraerle de su compromiso con la Libertad de Expresión.

Gracias, mi querido amigo, hermano y colega Miguel González Alonso… No encontré, en un diccionario de 210 mil acepciones, la palabra precisa para agradecer tu lucha, tus preocupaciones y tu amistad. Invaluable amistad. Como he de agradecer a muchos amigos, colegas y familiares; mis hijos, Ana Cristina y Ángel Josué, la solidaridad mostrada en aquellos tiempos en que fuimos secuestrados por una pandilla que pretendió adueñarse de la conciencia colectiva a través de inaceptables castigos e invención de delitos que sin embargo, no nos callaron. Ni nos callarán.

Quieran o no admitirlo, triunfó la libertad. Pagamos un precio que hoy vemos reflejado en la lealtad, pero sobre todo, en la unidad que abriga la esperanza de defendernos ante la amenaza de los insensatos que no terminan de aprender que el poder es tan efímero como sus propias acciones.

Aquellas cadenas de opresión que clausuraron el derecho de expresar los pensamientos liberales, debemos enterrarlas para siempre. No podemos seguir siendo esclavos en nuestra propia casa.

La libertad de expresión ha dejado de ser, ciertamente, una concesión regodeada del Estado y ha pasado a ser una garantía jurídica que no obstante, no todos la han entendido como el derecho natural de los periodistas libres. Debo decir aquí, con preocupación y puntualidad, que pese al interés y buena voluntad del gobernador Juan Sabines Guerrero para erradicar los abusos y amenazas contra los comunicadores, persisten las acechanzas en contra de la libertad de expresión, especialmente aquellas provenientes de algunos alcaldes y cuerpos policíacos, cuyos agentes agreden a la menor provocación a los periodistas que cumplen con su tarea de informar. Esto, mayoritariamente, en los municipios de Chiapas. Cintalapa, es un ejemplo de ello.

En ese sentido, invoco respetuosamente, al Gobierno del Estado para que, dentro de sus posibilidades y atribuciones, inste a las autoridades municipales y a sus funcionarios, a cumplir con el estatuto de rigor. Por nuestra parte, si así lo requiere el Ejecutivo, estamos en la disponibilidad de coadyuvar en las tareas de información, necesarias para concientizar a los demás sobre los alcances de la reforma penal que garantiza la libertad de expresión y que nació, no de un capricho personal, sino de la voluntad plena para fortalecer la democracia en la entidad.

Hagamos, juntos, del derecho a la información, un continente de comprensión, no una isla de terrores en la que la desconfianza y la sospecha nos desunan en un combate desigual.

Decía Maquiavelo que “nada contribuye más a la estabilidad y firmeza de una República, como organizarla, de suerte que las opiniones que agitan los ánimos, tengan vías legales de manifestación”.

De ahí que una Opinión Pública libre y fortalecida, constituye un dique a los excesos del poder, pero también, es un puente confiable a través del cual transitan los ciudadanos con una idea qué compartir.

Estamos aquí porque tenemos un sueño, un deseo superior que no por estar en buen camino, ha dejado de tener tropiezos. No obstante, juntos hemos roto los prejuicios de aquellos hombres que trazaron su aparente destino junto a la desesperanza, el desasosiego y la derrota misma.

La lucha por la libertad, no podemos ocultarlo, fue una encarnizada guerra contra quienes hipotecaron los derechos de la sociedad chiapaneca a cambio de leyes putrefactas, mediante las cuales pretendieron ocultar la corrupción y los excesos cometidos contra ciudadanos dignos y honrados, a quienes no solo arrebataron la libertad, sino también sus propiedades.

Por eso no hay que olvidar esa página dolorosa; quizá haya más de uno que se ofenda con nuestra insistencia, pero no podemos olvidar los agravios, puesto que generaron más abusos, más corrupción; más pobreza y marginación. Olvidar los ultrajes –entonces oficiales– es renunciar al derecho de un futuro digno para nuestros conciudadanos.

Siendo la libertad de conciencia un derecho propio, tampoco podemos renunciar a ésta, ni por decreto, ni por determinación de terceros; antes bien, debemos proclamarla para que nadie pueda limitarla. Defender el derecho de expresión no es manifestación alguna de antagonismo; por el contrario, es signo de unificación de ideales, puesto que su principal deber consiste en estar siempre al lado de la legitimidad, de la mano de la verdad, aún cuando las concordancias se encuentren distantes.

El doloroso pasado –cargado de infamias, ultrajes y calumnias– no nos pudo detener; más bien, nos enseñó a caminar siempre al lado de la libertad, una libertad que se ensancha prodigiosamente, en la medida que la entendamos y la pongamos en práctica, por encima de las puerilidades que eventualmente, pudieren amenazar con sustraerla de nuestra determinación.



Estamos ante un universo de complejidades de toda índole que nos exige, a todos, precisamente, determinación responsable para enfrentar el reto que significa pertenecer a una era de estándares generalizados, que implican compromisos más allá de la problemática natural que, como periodistas y como parte de la sociedad, estamos obligados a afrontar.

No resulta fácil –a veces–, ponernos de acuerdo en muchos asuntos. ¡Qué bueno! Porque ello nos indica que somos un ente con vida propia, capaz de disentir con discernimiento e inteligencia, aquello que sabemos cierto para nuestros lectores, radio escuchas y televidentes.

Pero en una cosa debemos estar unificados en pensamiento y acción que es: Mantener intacta la responsabilidad de ofrecer a nuestro público, una información sin adjetivos ni etiquetas, sin más compromiso que el que debemos tener con nuestra fuente de inspiración: La verdad.

Debemos tener presente que la libertad de expresión, la facultad de investigación y el derecho a la información, son elementos ineludibles que vamos a defender con prestancia y obligatoriedad, pues de ahí estribará la madurez de nuestra independencia y el respeto que los demás nos deban.

En ese contexto, tengamos siempre presente la importancia de los extremos que la realidad nos impone. Por un lado, mantengamos la atención a los ataques contra medios y periodistas que han ocurrido en diversas partes del país, mediante actos cobardes que restringen las libertades a que tenemos derecho y que señalan claras faltas de potestad moral de las autoridades federales frente al crimen organizado y los abusos de algunos funcionarios.
En el otro extremo, no debemos olvidar –los periodistas chiapanecos– de dónde venimos. Antes de pretender tener el mismo estándar de democracia y libertad del que gozan otras entidades y países, debemos recordar que hace apenas un año y meses, terminó una dictadura cruel e inhumana que restringió, persiguió y exterminó los derechos de todos los chiapanecos. Ello obliga a la reflexión de fondo.

Nuestra responsabilidad implícita es guardar y proteger los derechos de todos, y velar porque dentro del clima de tolerancia y respeto actual, nadie cometa los excesos que se vivieron en el pasado. Nuestra responsabilidad debe ir más allá. Es decir, aparte de informar, debemos educar, orientar, ayudar.

Para ello debemos reconocer cabalmente nuestra realidad, sin ambigüedades ni sofismas. Debemos comprometernos con el principio de certeza que nos conduzca a relaciones adecuadas con los actores políticos y la sociedad en su conjunto.

Junto a nuestras aspiraciones de una libertad plena, tenemos la necesidad racional de defender también, las conquistas de la sociedad, cuya grandeza moral ha soportado, estoicamente, la fuerza de cuanto tirano ha pretendido adueñarse de su voluntad. Ésos, los aventureros de la desesperanza, generación de conspiradores, tutelados por las inmorales normas de la corrupción y la codicia, envilecidos por sus apetitos de poder, pueden estar seguros de una cosa: La libertad es un derecho inatacable y por tanto, a donde quiera que vayan a promulgar sus fraudulentas leyes y proponer sus odiosos contubernios, encontrarán una firme alianza entre la Sociedad y la Prensa, dispuesta a dar mejor suerte a la belicosidad de sus intenciones.

Seamos, pues, constructores de un Chiapas donde los derechos humanos sean respetados, la corrupción sea totalmente erradicada y los responsables de ésta, justamente castigados.

Señor Gobernador Juan Sabines Guerrero: Considérenos sus aliados en su lucha contra la corrupción y el destierro de los corruptos.

Buenas tardes.

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