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Historia de un delito prefabricado por la Fiscalía

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


La Fiscalía, no deja de ser
acusada de injusticias

El Ministerio Público que, antes consignarlo, le hizo una propuesta: Conseguir cien mil pesos para dejarlo libre.


El estómago me reclamaba un momento de intimidad, pero la insistencia de Carlos en contarme las razones de su encierro me obligan a reprimir las cada vez más violentas protestas de los intestinos. Aguanto. Este muchacho de mirada pícara y sonrisa franca, no parece un criminal. Cuando escucho el nombre de su padre y uno de sus hermanos, casi desatiendo los esfínteres que ya tenía bajo intensa presión. Cuando le dije que conocía a su familia, sus ojos adquirieron un brillo penetrante. Puso sus manos sobre mis hombros y me dijo resuelto:
–Quiero que me escuche, por favor. Créame, se lo juro por mis padres, por mi hijo… Por Dios que nos está viendo en éste momento: No he matado a nadie.

–No solo por que me lo dices de esa forma, sino porque conozco a tu familia y sé que son gente recta y honorable, te creo, Carlos.

–¡Gracias! No sabe lo bien que me siento que por primera vez desde que me detuvieron, una persona ajena a mi familia y mis amigos, me cree. De tanto que me repitió el Ministerio Público que maté a esa gente, le juro que ya me la estoy creyendo. ¡Gracias por creerme!

El brillo de sus ojos era ahora una cascada de lágrimas que corría por su rostro. Aquel joven ejecutivo que dejó su hogar en el norte del estado para buscar su propia superación personal en Mérida, Yucatán, apenas empezaba a entender las razones de fondo por las que había sido hecho prisionero. Se ofreció a preparar café, mientras yo iría a mi celda a satisfacer las exigencias de mi aparato digestivo que tuvo la gentileza de no hacerme pasar por una vergüenza. Mi urgencia de llegar al servicio sanitario estaba a punto de convertirse en una tortura. La taza, negra de óxido, lodo y mierda desde el fondo hasta más de la mitad. El olor penetrante me lanzó hasta la barandilla y tuve qué esforzarme para no vomitar. Al otro lado, Carlos y El Águila, rieron a carcajadas al ver mi pésimo estado.
Valencia, otro de los presos, subió con una cubeta y la vació sobre la taza para desalojar los desperdicios humanos. Entre los dos limpiamos la celda con agua, jabón y desinfectante. Quedó más o menos habitable. Mientras sorbíamos café en la celda de Carlos, fuimos hilando poco a poco su historia. Supo del asesinato de una profesora en la colonia “Bienestar Social”, ocho días después de haber sido detenido. Ahí también se enteró de la muerte de un muchacho en Cintalapa, cuyos actos le eran endilgados por el Ministerio Público que, antes consignarlo, le hizo una propuesta: Conseguir cien mil pesos para dejarlo libre.

–Se los hubieras dado y no estarías aquí¬–, le dije.

–Si se los hubiera dado, de todas formas me hubieran jodido; mi familia no se los dio porque estaban seguros de mi inocencia y creímos que al no tener una sola prueba el Ministerio Público, saldría antes de ser consignado.

–¿Por qué te hubieran jodido de todas formas?

–Un medio hermano de mi mamá, es funcionario de la Fiscalía. Lo que está de por medio es una herencia de 20 millones de pesos. Ese tío se quiere quedar con todo, por eso nos involucró en este rollo. Mis papás y un mi hermano andan huyendo porque los involucran en la muerte de un trabajador del rancho de mi papá. A este señor, lo torturaron en la Fiscalía; querían que declarara que la muerte de la maestra y el chavo de Cintalapa, había sido ordenada por mi familia. Se les pasó la mano y lo mataron.

–¿Es el señor del que publicaron las fotos de su cadáver en la revista Diálogos?

–¡Ése! El señor era gente de confianza de mi papá; cuando lo mataron, dijeron que mi papá lo había matado. Si vio las fotos en esa revista, se habrá dado cuenta que los güevos los tenía reventados…

–La clásica firma de la Fiscalía. Ni idea tenías, entonces, de ese crimen.

–¡Nada! ¿Usted cree que si hubiera cometido un crimen aquí iba a pedir mi traslado a Chiapas? Una semana antes de ser detenido había rentado un departamento porque tenía planes de quedarme a vivir en Tapachula. Si hubiera cometido un delito, ¡ni madres que busco quedarme! Es más, ni siquiera hubiera pedido mi traslado.

–Es torpe la pregunta pero te la voy a hacer: ¿Tú no conocías a la maestra asesinada ni al chavo que mataron en Cintalapa?

–¡Para nada! Ni a sus hijos. Ellos ya vinieron a declarar e incluso, ya tuvimos un careo y dicen que ni de vista nos conocemos. Igual con la familia del muchacho de Cintalapa; ninguno me acusa. Ahí están las declaraciones ministeriales que lo dicen todo.

–Es evidente, a todas luces, que es por una herencia.

–Eso es lo que creemos en la familia.


Interesante, muy interesante

La espera fue tan larga como la conversación que al final, dejó algunas cosas claras que sin duda gozan del beneficio de la duda por un lado y por el otro, abren el espacio para la reflexión. Casi tres horas después de lo anunciado, el gobernador Juan Sabines Guerrero hizo su aparición en el salón de la cita; algunas mesas ya estaban vacías. Los colegas, con justificada razón, debían regresar a sus redacciones para elaborar las noticias que usted ha leído ya. La explicación oficial era que el mandatario tenía qué atender a la esposa del Presidente de la República. De todas formas, llegó. Y se desató la conversación, amena, entretenida, sin falsas expectativas. Se habló de todo y para todo, Juan Sabines tuvo una respuesta concreta, sin que ello signifique que a los comensales haya convencido del todo. Es el clásico ejercicio del toma y daca entre políticos y periodistas. Nada más allá de lo normal.
Debo ser sincero: hubo una que otra pregunta incómoda pero no sobresaltos de parte del entrevistado, ni miradas de desaprobación. Buena señal. En otros tiempos, los gobernadores se encanijaban, pataleaban, amenazaban, regañaban. O se hacían los disimulados y al otro día, el preguntón se quedaba sin chamba. Bastaba una llamada al dueño del periódico o la radio para que el entrevistador estuviera en la calle. Alguna vez, Absalón Castellanos, en sus tiempos de gobernador, le mentaba la madre al periodista cuando una pregunta le incomodaba; Patrocinio también. Eran los tiempos dorados de la intolerancia. Ayer fue distinto.
Sabines se desplayó. Habló de justicia, de reactivación económica, de la reconstrucción, de partidos políticos, de las elecciones, de sus temores, de sus expectativas, de lo que espera dejar cuando haya terminado su periodo. No era, claro está, una entrevista formal; solo una plática de la que salieron temas interesantes para los chiapanecos, asuntos que a veces escapan durante el trabajo normal del periodista o se diluye del plan propagandístico de los colaboradores del gobernador.
En la mesa, Susana Solís Esquinca, Enrique García Cuellar, Víctor Cancino, Miguel González Alonso, Alberto Ramos García, Gabriel Reyes, la alcaldesa Rosario Pariente Gavito, Juan Carlos Cal y Mayor, Jaime Valls, Jaime Culebro, Jorge Morales Messner, dos que tres desconocidos y desde luego, el gobernador Sabines. Las preocupaciones: el asunto de San Juan Chamula. Sin embargo, hasta donde sea posible, respetarán los usos y costumbres de los indígenas, siempre y cuando no trastoquen la ley. La Selva Lacandona, otro punto neurálgico.
Sobre las elecciones, se declara un gobernador sin partido en busca de un verdadero equilibrio legislativo para alcanzar una gobernabilidad duradera. Buen punto. En fin, muchos temas sin grabadora de por medio que valdrá la pena que sus muchachos de Comunicación Social deben ir desglosando para que los chiapanecos tengan una idea clara de lo que se propone su gobernante. Ojalá lo hagan y no caigan en la inercia del “ahí se va”.


Tarjetero

*** ¡Qué cinismo! Pablo Salazar se pasea pro las calles de Chiapas y ¿sabe qué? Hace un par de días se burló de un ciudadano al que despojó y metió a la cárcel. “No se te quitó lo pendejo con lo que te hice”, dicen que le gritó el cobarde desde su carro. ¡Ya basta de burlas! *** Luego nos leemos.
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