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Controversia: Legalizar o penalizar

Como lo hemos prometido, presentamos hoy un extenso documento sobre el aborto; en éste se aborda el tema desde distintas visiones y se analiza qué es lo que en realidad se persigue. Legalizar o despenalizar el aborto, son dos cuestiones que preocupan. Lo primero obliga, lo segundo otorga derechos.

Minucia Félix, considerado el primer apologista latino, llama, sin el menor miramiento, “parricidio” al acto de abortar; para Martine Aubry, impulsora francesa de la despenalización del aborto, “es el reconocimiento absoluto de los derechos absolutos de las mujeres”. Dos posiciones encontradas que si bien tienen sus razones de fondo, no encuentran fundamento en sociedades que con todo y lo que se piense, viven aún bajo la tutela confesional cuando no, bajo el yugo de los tabúes o el peso de un liberalismo incomprensible cuando la libertad va más allá de las culturas y los derechos humanos. En todo caso, el aborto no es un tema fácil para los radicales, pero tampoco transitable para los moderados que en la búsqueda del equilibrio, se encuentran con sus propios demonios o se enfrentan a una conciencia incapaz de discernir entre lo bueno y lo malo.
Más allá de las ideologías y probables intereses políticos y religiosos que se debaten en la lucha por despenalizar o castigar el aborto, tenemos que entrar a un profundo análisis –primero de conciencia y después de las repercusiones– de un asunto que no pude ni debe ser tomado a la ligera, en primer lugar, porque se trata de la vida y en segundo, porque definirá en lo sucesivo el carácter nacional, largamente acariciado como uno de los más nobles del mundo.
Empecemos por conocer la raíz etimológica del término “aborto”. Es un compuesto del prefijo ab, que significa separar, distanciar o extraer, y el participio pasado del griego orior u ortus sum, que significa nacer, levantarse el sol ó aparición del sol; la palabra raíz griega es rnymi que también significa el suelo en que has nacido. En latín es el verbo aborire del que procede abortus, contrario de orior ortus, y que por tanto, significa morir, extinguirse, intransitivo. De tal manera que las interpretaciones literales son: matar antes de nacer, extraer para matar ó extinguir para que no transite.
De sobra son conocidos los textos y gráficas de la práctica abortiva: enormes y filosas pinzas penetrando el aparato reproductor femenino hasta encontrar
el indefenso cuerpo del bebé para, brutalmente, asesinarle y/o extraerlo a pedazos. Nos ha dejado petrificados un video norteamericano en el que se observa cómo durante la práctica de un aborto, surgían de la vagina de una mujer las diminutas piernas de un bebé, todavía en movimiento, a pesar que ya le habían arrancado uno de los bracitos.
Si partimos del real significado del término y revisamos el hecho en sí, no nos queda la menor duda que en efecto, se trata de un asesinato, derivado principalmente de la irresponsabilidad con que las personas llevan sus relaciones sentimentales y emocionales. No se trata, como se pretende hacer creer, de “un proyecto de vida”, frase que choca grotescamente con la vida misma. Pero veamos paso a paso el tema del aborto y formémonos una opinión.

El aborto en el contexto histórico

Hemos de estar ciertos que desde tiempos inmemoriales, el aborto es una práctica común que no por su cotidianeidad ha sido aceptable, al menos, en sociedades que se rigen bajo tutelas religiosas o de extremismos ideológicos. Incluso, en sociedades liberadas de tabúes, se ha buscado la forma de neutralizar su práctica alegando razones de salud pública o cuestiones morales. Sin embargo, radicalismos y libertades han sido insuficientes para poner fin a una situación que, evidentemente, va contra los principios de toda sociedad y peor aún, contra lo que el Gran Dador de Vida ha dispuesto.
Paradójicamente, es en las sociedades con mayor incidencia religiosa, donde el aborto, históricamente, es practicado con mayor frecuencia. Lo más grave es que un buen número de éstos –o por lo menos los más notorios y escandalosos– se han practicado, por ejemplo, en el seno de la Iglesia Católica, en el caso del hemisferio occidental. Si
revisamos la historia, nos encontraremos con casos monstruosos de abortos en los que incluso, han participado algunos Papas.
EL Papa Juan XII, fue ampliamente conocido por su proclividad a las relaciones sexuales con mujeres de todas las edades; de hecho, un marido celoso que llegó a enterarse que su mujer habría abortado para ocultar sus amoríos con el Sumo Pontífice, fue el que le asesinó en San Juan de Letrán, antigua sede del Vaticano. Algunos historiadores refieren que Juan XII solía participar directamente en los abortos, especialmente cuando se trataba de niñas menores de 14 años. Otro Papa que no estuvo exento de escándalos de pederastia y abominables crímenes contra neonatos, fue Sergio III, quien junto con Marozia, una de sus amantes habituales y la madre de ésta, Teodora, organizaban bestiales orgías en la Santa Sede que incluían prácticas abortivas con el resto de las amantes del líder religioso.
Clemente II, sanguinario y testarudo llegó a ser llamado –junto con Leo VIII y Bonifacio VII¬ a quienes se les conoció como “monstruos de culpabilidad, llenos de sangre e inmundicia, anticristos sentados en el Templo de Dios”–, “el padre de la simonía y fornicación”, debido a sus públicos excesos sexuales que condujeron al aborto
a decenas de mujeres que refocilaban con él. Es la misma historia de Benedicto (elegido Papa a los doce años), Esteban Sexto, Ursino y Alejandro VI que incluso, cometió incesto con su hija Lucrecia, quien abortó infinidad de veces para ocultar las relaciones inmorales con su padre. Pero el caso más espantoso es el del Papa Juan VIII a quien se debería llamar la Papisa Juana VIII. Durante una procesión empezó a tener dolores de parto y se descubrió que no era hombre sino mujer, de donde se desprende la teoría que antes de acudir a dicha procesión, le dieron un brebaje abortivo para que se descubriera su engaño.
Obviamente, el aborto no se inició con los Papas; la referencia es únicamente para tener una idea de lo grave que ha sido su práctica a través de la historia. De antiguo, las diferentes sociedades tenían pleno conocimiento de la acción del aborto y sus consecuencias. En Ur de los Caldeos, ciudad de la Mesopotamia –a unos 350 kilómetros de la actual Bagdad–, el aborto era considerado una maldición de Baal, su dios principal y quien lo practicaba, era de inmediato sacrificado a modo de disculpa por el pecado cometido. No obstante, se perdonaba a las mujeres que probaban que el aborto había sido accidental o que había sido provocado por alguna malformación genética en el feto. En todo caso, antes de practicarlo, un consejo de ancianos se reunía para analizar los casos y ellos mismos elaboraban la pócima abortiva.

En la Palestina del Viejo Testamento, el aborto era también práctica cotidiana, aunque algunos escritores e historiadores tratan de ocultar el hecho o intentan matizarlo. Los israelitas tenían tendencias muy claras del machismo moderno. El nacimiento de un hijo varón era motivo de alegría; el de una mujercita, de tristeza. De ahí que, guiados por “la posición” del feto en el vientre de la madre, determinaban si sería varón o mujer. Obvio, si era mujer, se daban brebajes abortivos a la madre para que lo expulsara.
Los greco-romanos tuvieron una época en que los abortos se dispararon considerablemente, al grado que las mismas vírgenes vestales recurrían constantemente a los médicos para someterse a dolorosas extracciones de fetos. Ello condujo a que se dictaran severas leyes contra médicos y mujeres, convirtiéndose en la primer sociedad en establecer leyes concretas para castigar
la práctica del aborto. Es de destacar que dichas leyes no fueron creadas para proteger a las mujeres, sino para otorgar mayor autoridad del hombre sobre la mujer, pues se consideraba que la mujer, al abortar, suponía mayor autoridad que la del hombre a quien se le creía el artífice de la vida por ser el portador del semen. Con esas leyes, se despojaba a la mujer de toda autoridad, incluso sobre los hijos ya nacidos. Si se le descubría abortando, moría apedreada o era condenada al exilio perpetuo.
Hemos establecido que la razón fundamental para acceder al crimen de neonatos (no nacidos) en las sociedades antiguas y modernas, por regla general, ha sido la intención de esconder relaciones sexuales ilegítimas. No obstante, encontramos otras razones de fondo para justificar dicha práctica. En algunos casos, la razón ha sido por cuestiones políticas como por ejemplo, la matanza de niños ordenada por Herodes, el control natal en la China moderna o el exterminio sistemático de indígenas antes del nacimiento, en países centroamericanos en las décadas de los 70’s y 80’s. En Chiapas, a principios de la décad
a de los años 90, se realizó una discreta campaña de esterilización y provocación de abortos, aparentemente para controlar la explosión demográfica en las zonas indígenas.
Una razón más es la vanidad femenil. Desde la fundación del mundo, la mujer ha buscado la forma de mantener la esbeltez de su cuerpo. Uno, dos o más hijos, aparentemente, deforma a la mujer. Ello las obliga a tomar medidas drásticas para mantenerse “en forma”. Hoy día, no solo la abstinencia de la maternidad sino estrictas dietas alimenticias son insuficientes para tener un cuerpo acorde con sus ambiciones emocionales. Salvaguardar
, entonces, la belleza femenina es razón inaceptable para abortar. Cleopatra abortó al menos cinco hijos del César para evitar que se “afeara” y dejara de gustar al Emperador romano… Y a los sucesores y amigos de éste, con quienes tuvo relaciones de todo tipo.
También encontramos justificantes al aborto, como por ejemplo, venganzas maritales. La mujer de Tito Livio solía abortar para demostrar su odio por el maltrato que, según se dice, recibía del famoso historiador romano. Eliminar a posibles herederos, se ha considerado también una causa para justificar el asesinato de los no nacidos. De hecho, la repentina determinación de Herodes “El Grande” de mandar asesinar a los niños menores de dos años, incluía la provocación forzosa de abortos o la muerte de la madre embarazada si era necesario; y todo, porque el sometido jerarca judío, según revela Flavio Josefo, temía que el Mesías mencionado por los Reyes Magos durante la recepción que les ofrec
ió, le viniera a destronar.
Recordemos que en las épocas intertestamentaria y neotestamentaria, las mujeres solían recurrir a hechiceros para recibir pócimas abortivas. Aunque la práctica del aborto era severamente castigada –no por cuestión de derechos femeniles o por defensa de la vida, sino por cuestiones meramente machistas–, existían brujos y hechiceros dedicados a proporcionar brebajes específicos, como lo señala Tertuliano, quien denun
ció que en los tiempos de la Iglesia Primitiva, las jóvenes que eran escogidas “vírgenes consagradas”, mantenían relaciones sexuales ilícitas con los líderes de la recién fundada Iglesia. De hecho, Tertuliano abandonó el cristianismo al ver frustradas sus intenciones de terminar con esa práctica.
Del hebreo Shakol, la palabra aborto era considerada un anatema en la sociedad judía. No obstante, si los rabinos consideraban al feto una amenaza para la vida de la madre, éste debía ser destruido dentro del vientre materno si no había salido una parte “grande” de él. Es decir, si notaban alguna deformidad en lo primero que saliera del bebé durante el parto, de inmediato le asesinaban para que no terminase de nacer. En otras palabras, había precedencia de la vida de la madre sobre la del hijo.
Incuestionablemente los rabinos contravenían a la Ley de Moisés dictada por Dios que establecía como mandato, criar a todos los hijos posibles y prohibía a las mujeres destruir la simiente, como leemos en uno de los escritos de Jo
sefo y la Enciclopedia Judía.
En síntesis, en los pueblos primitivos, el aborto no era considerado como un delito, sino como un pecado, salvo los practicados por razones eugenésicas o relac
ionadas con la cultura. Aquí vale la pena detenernos un momento. En la antigua Mongolia, solían abortar constantemente a los fetos del sexo femenino. La razón: durante la conquista de China, las mujeres constituían un serio retrazo para los guerreros. Otra causa era la primogenitura; si el primer hijo era varón, se le dejaba vivir. Si era mujer, se le asesinaba. En la India, Asiria, China y Persia, las razones del aborto también eran de carácter socio-cultural. En la India y Egipto, por ejemplo, los padres acordaban, previo al nacimiento del niño, su muerte o sobrevivencia, dependiendo del sexo, debido a que desde antes de nacer, los niños eran vendidos. No obstante, la madre no participaba de esas decisiones. Eran los hombres quienes decidían si ésta debía o no abortar.
Sellemos ésta parte con un fragmento del Libro II de “Los Oráculos Sibilinos” (periodo intertestamentario) referente al tema: “los que antes realizaron malas acciones y cometieron crímenes (…) cuantos desataron el ceñidor de una virgen y se unieron a ella a escondidas; cuantas abortaron la carga de sus vientres y aquellos que r
echazaron a sus hijos con iniquidad (…) serán condenados en el juicio final”.

La filosofía y el aborto

Uno de los grandes dones que Dios ha otorgado a los hombres y mujeres es el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. Esto no es una simple creencia o doctrina filosofal, sino un hecho irrefutable que constatamos todos los días al grado que el libre albedrío se está extendiendo, a modo de “derechos”, incluso a los animales, pese a que éstos, si bien son seres animados, no poseen el mismo grado de voluntad que los seres humanos. Al tener, el libre albedrío implicaciones religiosas, éticas, psicológicas y científicas, no puede quedar fuera de un tema tan espinoso como el aborto. En ese sentido, vale la pena preguntarnos si despenalizar o acentuar las penas contra esa práctica es, en pleno uso de esa libertad otorgada directamente por Dios. o se están restringiendo los derechos humanos de una o todas las partes involucradas.
En ese sentido vale la pena analizar las frases que se han soltado en defensa de la despenalización. La más llamativa por insustancial es la que alega que la práctica libre del aborto es para defender “el proyecto de vida de las mujeres”. Empédocles, no obstante que sostuvo que el embrión obtenía vida y derechos hasta el momento del nacimiento, también sostenía que los elementos componentes del hombre se reunían por amor y por tanto, debían permanecer unidos desde la concepción, a no ser que el factor amor abandonase a los padres. Empero, llegó a filosofar el sabio, si los animales mantienen intacto el amor entre ellos, los hombres deberían ser incapaces de dejarse de amar. Por tanto, no habría razón para matar al feto porque el amor, es parte del “proyecto de vida”
¿Cómo llamar “proyecto de vida” al efecto de un acto reñido con la vida misma?

Si bien el libre albedrío es para hombres y mujeres, en el tema de la despenalización del aborto en México, las mujeres son las que menos han opinado al respecto. Sucede exactamente como en La India y Egipto, según hemos visto líneas arriba. Es decir, los derechos de las mujeres en realidad, siguen estando opacados por los intereses políticos y religiosos que se pelean por una determinación que corresponde a las afectadas o beneficiadas directamente.
En Grecia, Sócrates fue el único que abogó porque el aborto fuera un derecho de decisión exclusivo de la mujer. Esto, porque en esa sociedad, los hombres determinaban no solo los derechos de la mujer como tal, sino el derecho a la vida de éstas.
Entonces, como ahora, la autonomía del cuerpo femenino residía en los intereses masculinos. Pero poco, muy poco se ha hablado a fondo de los aspectos médico, científico, jurisprudencial, religioso, moral, cultural y de derechos humanos. En el debate por el aborto, hemos encontrado frases bizantinas huecas y por tanto, contradictorias. Una, la que hemos escogido para este trabajo: “Proyecto de vida”. Otra, la que el Gobierno Federal ha dispuesto y que afirma que se está a favor de la vida.
Traigamos a colación un fragmento de la carta del apologeta Atenágoras escrita al Emperador Marco Aurelio en ocasión de la furibunda reacción del patriarca por el alto índice de abortos en su imperio: “Decimos a las mujeres que utilizan un medicamento para provocar abortos, que están cometiendo un asesinato y que tendrán qué dar cuentas a Dios por el aborto (…) Contemplamos al feto que está en el vientre como a un se
r creado y por lo tanto, como a un objeto al cuidado de Dios (…) pero abandonamos a los niños ya nacidos y les quitamos al padre para que vaya a la guerra (…) no abandonemos a los niños porque los que los exponen, son culpables de asesinar niños”.
Traslademos esa idea al contexto mexicano actual: Se invaden derechos e individualidades en defensa de la no despenalización, pero se olvidan de leyes alternas que procuren, para empezar, una convivencia familiar sana, pero sobre todo, digna. Si bien muchos padres de familia mexicanos no van a la guerra como sucedía con la soldadesca de Marco Aurelio, sí abandonan a sus hijos para irse de braceros a los Estados Unidos ante la falta de empleos y salarios dignos en México. Digamos entonces que tan asesino es quien aborta, como el que, a falta de políticas integrales, abandona a miles de niños en el país.
Ahora bien, debemos analizar qué clase de país somos y cuál queremos. El aborto está permitido en México, solo en ciertas circunstancias, todas éstas de manera muy escueta y hasta cierto punto, inciertas. El problema es que, como muchas otras, sencillamente es ley muerta. No vamos a meternos a la ley actual precisamente por su inconsistencia, pero sería bueno preguntar a los legisladores y promotores del aborto si tienen una idea cl
ara del término aborto, sus consecuencias éticas, médicas y morales y si, por lo menos, saben cuántos tipos de aborto existen, cuáles pueden ser admitidos y cuáles castigados penalmente.
A modo de recordatorio, enumeremos algunas clases de aborto: Auto-aborto: provocado de diversas maneras como golpes, introducción de aparatos u objetos en la vagina hasta provocar sangrado; aborto consentido: consensuado por los padres por razones económicas,
médicas o familiares; aborto con consecuencia grave inducido; aborto por negligencia médica o abuso de profesión; aborto preterintencional; aborto por violación; aborto por enfermedades congénitas; aborto sentimental o “ético”; aborto eugenésico; aborto terapéutico o necesario y el aborto por razones de política criminal.

Dios, ciencia y vida

Mucho se ha cuestionado la vida del feto desde la concepción. Científicamente está probado que desde la fase inicial del embarazo, el cigoto resultante de la fusión entre el óvulo y el espermatozoide, es una realidad biológica autónoma. Es decir, desde el momento mismo de la concepción, el producto, feto o embrión, cobran vida propia, en cierto modo, independiente de la vida de la madre. Aunque algunos científicos han descubierto que el feto empieza a sentir dolor a las doce semanas, hay hechos que no ha podido desacreditar la tesis de la autonomía del feto.
Aquí radica, como hemos visto, una parte sustancial del debate por la despenalización del aborto. Si hay independencia plena del feto con respecto a la autonomía de la madre, el conflicto cabe cuando se trata de decidir qué autonomía es superior, tomando en cuenta la igualdad d
e los seres humanos.
Ahora bien, analicemos el feto desde el punto de vista teológico. Santo Tomás de Aquino uno de los grandes pensadores y filósofos del cristianismo moderno, opinó que hasta los 40 días de la fecundación, el feto era un ser inanimado, pero estableció que de cualquier forma, expulsarlo aún antes de ésos cuarenta días, era un pecado grave. En la “Carta contra Apion” de Flavio Josefo, leemos: “la mujer es culpable de homicidio cuando incurre en un aborto, porque destruye el alma y disminuye la raza humana”. Ambas teorías se complementan y en las dos, advertimos la sentencia tajante. Pero más allá del pensamiento filosófico moderno, vayamos a lo que establece la Biblia.
El feto, por supuesto que tiene vida; ya los científicos lo han probado. De antes, la Sagrada Escritura ya lo había dejado claro. A los pocos días de la concepción de Jesús en el vientre de María, durante la visitación a Elizabeth, la madre de Juan el Bautista, el hijo de la anciana Elizabeth, da evidentes muestras de alegría por dicha visita. Cualquiera podría decir que es común que un bebé de patadas o evidencie cualquier otro movimiento dentro del vientre de la madre; o que lo sucedido con el Bautista fue un milagro como tantos. Según algunos científicos, desde las doce semanas, el feto adquiere capacidades para percibir peligros e incluso, para educarse para determinadas circunstancias. Juan, en realidad, tuvo la capacidad de percibir el poder de Jesús y adelantarse a los tiempos, lo que demuestra que la vida de un feto, va más allá de la que comúnmente creemos.
Un hecho que muy poco han explorado los sacerdotes y predicadores de otras denominaciones cristianas es la ascendencia de Dios sobre los hombres, aún desde el feto. El apóstol Pabl
o de Tarso, primero temible persecutor de los seguidores de Cristo y luego pilar fundamental del cristianismo moderno, llegó a reconocer que él fue escogido por Dios desde cuando estaba en el vientre de su madre. (Gálatas 1:15) ¿Por qué? Sencillamente porque Dios, Dador de Vida, está presente desde el momento mismo de la concepción y se encarga de estar al cuidado del feto hasta su nacimiento y muerte. Claro está que si alguno abortase, no es por un descuido suyo, sino porque el hombre, en su derecho del libre albedrío –otorgado por el mismo Dios en su infinita bondad– determina dar la espalda a Dios y cae en desobediencia cometiendo el pecado de asesinato.
La declaración del apóstol Pablo, no es una mera petulancia de su parte; Dios mismo aseguró al profeta Jeremías que antes que éste se formase en el vientre de su madre Él le había conocido y, antes de nacer, lo santificó y lo dio por profeta a todas las naciones. Es decir, Dios –aún antes de la unión del espermatozoide con el óvulo–, ya conoce a las personas, lo que nos indica que desde entonces, ya hay vida aún en el ser inexistente, por lo menos materialmente hablando. Isaías, otro de los grandes profetas del Antiguo Testamento, también se refiere a la vida antes del parto. En éste caso, notemos que el profeta asegura que Dios le formó desde cuando estaba en el vientre de su madre. Significa entonces que Dios se ocupa de nosotros desde antes de nacer con el propósito que le seamos fieles. Cabe preguntarnos: ¿A cuántos siervos de Dios se asesina diariamente mediante la práctica abortiva? Solo recordemos la sentencia divina para quienes atentaron contra los siervos de Jehová. “Más no pienses tú, quedar impune después de haber osado combatir contra Dios”, leemos en el segundo libro de los Macabeos.

Aunque la Iglesia Cristiana Evangélica no admite la competencia de los llamados “libros apócrifos”, considero de vital importancia recurrir al capítulo siete, versículo 22 del segundo Libro de Los Macabeos, el cual especifica que Dios otorga el espíritu, el alma y por tanto, la vida a los hombres; de tal manera que nadie tiene ni el derecho ni la facultad de quitar la vida a ninguno.
Al respecto, el Salmo 127 dice con claridad que “herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta”. ¿Qué ha fallado en nuestra sociedad para que caigamos en el extremo de, no solo evitar la herencia de Jehová, sino de asesinarla con ventaja, alevosía y premeditación? ¿Quiénes son los verdaderos culpables de tanta aberración social?
Ya en la columna Fichero Político del 27 de marzo recién pasado, exploramos algunas razones por las que se ha perdido el respeto a Dios… Y evidentemente, a la mujer y el hombre mismo, que tanto puja por despenalizar el aborto. Ahí están algunas de las cusas de fondo por las que se ha pervertido un asunto que compete solamente a Dios.
La intervención de Dios en la formación física y espiritual del hombre, no puede ser negada de ninguna forma. En el libro de Job, el personaje principal de la trama, éste reconoce que quien le vistió de carne y tejió huesos y nervios, fue Dios. Luego, en el Salmo 139, se confirma la teoría de Job: Mi alma conocías cabalmente y mis huesos no se te ocultaban, cuando yo era formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra. Mi embrión tus ojos lo veían.
Si ha quedado establecido que Dios da vida al feto desde el momento mismo de la concepción, debemos entonces dar por sentado que un aborto es, con todas sus palabras, un crimen n
o solo contra el ser humano al que se corta el derecho a vivir, sino contra Dios mismo puesto que Él, según el libro de Deuteronomio 32:39, es quien da y quita la vida. En ese sentido, debemos analizar en lo sucesivo nuestro papel como sociedad frente a otros temas relacionados con la vida.
¿Con qué autoridad moral exigiremos a los estadounidenses evitar la pena de muerte si aquí, como allá, la consentimos y legalizamos? Porque, tan asesinos son ellos que matan a otros seres humanos bajo el pretexto de mantener a la criminalidad bajo control, como asesinos son quienes pretenden mantener controlada la natalidad surgida en la irresponsabilidad de todos.
En la Epístola de Bernabé, a principios del cristianismo, encontramos una cláusula tajante respecto a la práctica del aborto: “No matarás al hijo en el seno de su madre”. El Didajé, se pronuncia más o menos en los mismos términos. Más adelante, Diogneto asegura que “los cristianos engendran hijos pero no tiran los fetos”. Tales afirmaciones confirman que la doctrina principal desde la primera etapa de la Iglesia, era a favor de la vida y quienes abrazaban esa fe, estaban obligados a seguir los preceptos que conforme se iban presentando las ocasiones, surgían.
México es mayoritariamente católico; un importante porcentaje es protestante y otro número significativo profesa cualquier otra religión ligada o dependiente de la doctrina de Jesús. Incluso, muchos de los defensores de la despenalización del aborto, profesan alguna religión cristiana. ¿Dónde entonces está la falla? ¿Cuál es el error de fondo? ¿Se han perdido los valores cris
tianos? ¿Los intereses políticos han rebasado los principios de respeto a la vida?
Otros notables pensadores de la historia han contribuido con sus ideas para evitar el aborto. Clemente de Alejandría, San Agustín y Tertuliano (ya mencionado arriba) también calificaron esa práctica como ilícita, pecaminosa y contraria a los planes de Dios. En concreto, la idea central es la defensa de la vida humana, primero, porque procede de Dios y segundo, porque es producto del amor y por supuesto, de la responsabilidad de cada persona.
Debemos tener en cuenta que un embarazo no surge por casualidad sino por el acto racional entre un hombre y una mujer, salvo en aquellos casos en que hay violencia física y psicológica de por medio. Si dos personas han tenido la capacidad de unirse sexualmente, han de tener la responsabilidad de atender el fruto de esa unión; porque aún si la unión fuere por irresponsabilidad, no podemos llamarle consecuencia, en virtud de haber quedado asentado líneas arriba que los hijos, son fruto de Dios, herencia de Jehová.

¿Legalizar o despenalizar?

No hay todavía una idea clara de cuál es la verdadera pretensión en el asunto del aborto. Legalizarlo, implicaría obligaciones extraordinarias para los practicantes; despenalizarlo, derechos para quienes, por necesidad, deban recurrir a la práctica. Revisemos uno de los puntos que han sido propuestos y que tiene qué ver con ciertas penalidades para los médicos que se nieguen a practicar un aborto. Obviamente en ese caso hablamos de una legalización y no de una despenalización.
Evidentemente, si el médico es obligado a cometer un asesinato de esa naturaleza, se le estará sacando no sólo del ámbito de su competencia, sino que se le estaría convirtiendo en un trasgresor del juramento hipocrático que en la parte referente al aborto dice con toda claridad: Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aún cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no administraré a la mujer supositorios para provocarle aborto; mantendré puras mi vida y mi arte.
Invalidar un juramento que ha sido la base filosófica y moral de un gremio a lo largo de la historia mediante una ley de bases cuestionables, es grave para una sociedad que si bien busca un equilibrio para su estabilidad, no podría sobrevivir en el caos legal. Esto, porque en realidad, se trata de legalizar el asesinato y no de despenalizar una práctica que, en ciertos momentos puede ser efectiva si se trata, precisamente, de proteger la vida de la mujer en riesgo.
Aquí cabría un análisis de objeción de conciencia. Despenalizar no supondría la sustracción de los principios ni la legalización de conductas inapropiadas. Simple y sencillamente, se otorgaría derechos a las mujeres que por razones superiores a sus expectativas de vida (ojo, no proyecto) corran peligro de perderla. En ese caso, el Estado no estaría obligado sino solo como solidario moral.
En caso de legalizar el aborto, el Estado estaría obligado a asistir técnica y legalmente a una mujer que, por razones diversas o caprichos personales decidiere practicarse un aborto. Ahí, la función primordial del Estado de brindar protección a la sociedad, velar por el bienestar de los ciudadanos y hacer que se cumplan los preceptos de ley que garanticen la seguridad y la vida, quedaría en segundo término y lo que es peor, se convertiría en tutor de la criminalidad. El riesgo radicaría en que, al ser la mayoría de los mexicanos practicantes del cristianismo, actuarían en consonancia con su conciencia y desobedeciendo una ley, contravendrían al Estado, lo que generaría vacíos de alto riesgo para la gobernabilidad.
Teóricamente, al estar la madre bajo la protección del Estado y las layes, el bebé dentro de su vientre, también lo está y por lo tanto, también es objeto de tal protección y evidentemente, goza de los derechos jurídicos del resto de la sociedad. En ese contexto, una legalización del aborto dejaría desprotegida a la madre y consecuentemente, al feto. Ahí, los derechos de la mujer serían vulnerados.
Basta ver los alegatos a favor del aborto para darnos cuenta de la inconsistencia del argumento: “Hijos no deseados”. Nótese el término. No se habla de “planificación”, lo cual sindica irresponsabilidad. Estará de acuerdo con que la familia se planifica, se concibe, se proyecta. Eso habla de responsabilidad, de respeto a los derechos tanto del hombre como de la mujer que deciden conformar una familia. ¿Estará el Estado diseñado para cumplir o deshacer deseos individuales? Tal justificación no sirve ni como atenuante.
Ahora bien, si científica y teológicamente está probado que desde el momento de la concepción el feto cobra cierto grado de autonomía respecto de la madre, debemos entonces decir que éste ya es un individuo y por tanto, sujeto de la protección de las leyes en la materia.
En todo caso, la observancia primaria de las razones para el aborto deben ser certeras y no vagas e imprecisas como hasta ahora hemos visto. En ese contexto, los proponentes de dicha ley deberán establecer, a su juicio, los límites entre la vida y los derechos. Lo legal, en éste caso, puede ser el puente para alcanzar el caos jurídico.

Conclusiones


1.- El aborto, como hemos visto, es un asesinato premeditado, con alevosía y ventaja, salvo en aquellos casos en que la vida de la mujer está en grave riesgo de perderse, ya sea por enfermedad, eugenesia, malformaciones o que haya sido embarazada durante una violación.
2.- La diferencia entre despenalización y legalización del aborto radica en que la primera, otorga derechos a las mujeres y la segunda, obliga al Estado a convertirse en tutor de la destrucción de la vida.
3.- En la actual legislación mexicana existen vacíos e imprecisiones que hacen de las leyes respecto al aborto, letra muerta e inconsistente frente a las exigencias de derechos para las mujeres.
4.- Científicamente está probada la vida del feto desde la concepción.
5.- Los hombres siguen teniendo supremacía sobre las mujeres al dejarlas sin derecho a opinión durante el debate serio del tema.
6.- En ese debate, persisten los intereses políticos y religiosos sobre los derechos de las mujeres, los cuáles siguen estando en segundo término.
7.- La irresponsabilidad es la principal causa de embarazos no deseados; al ser ésta la razón, el argumento que defiende “el proyecto de vida” de las mujeres, queda sin sustento.
A las conclusiones arriba enumeradas, agreguemos algunas consideraciones que nos sirvan para reflexionar sobre el tema. El hecho de admitir la preeminencia de la vida de la madre sobre la del hijo cuando ésta está en riesgo de morir, debe ser considerado un derecho pleno de toda mujer y no solo un pretexto para conducir al Estado a un callejón sin retorno. Si se justifica un aborto desde el punto de vista médico, científico y legal, lo que conviene es brindar, tanto a la madre como al bebé y a la familia de ambos, la asistencia adecuada para que, llegado el momento, se tome la decisión adecuada. Obviamente, por razones de “estética”, descuidos, irresponsabilidad y caprichos, no debe permitirse el aborto.
Porque tanto la mujer como el hombre deben estar concientes de sus actos y por tanto, preparados para sus consecuencias. Es inaceptable que tengan “deseos” de mantener relaciones sexuales de manera irresponsable y a sus propios hijos llamen “indeseables”.
En ese contexto, lo que faltan son políticas públicas adecuadas, campañas de salud pública y una concientización responsable entre los jóvenes para que, en lo posible, eviten relaciones íntimas y en todo caso, que tomen sus precauciones.
Hemos visto que los promotores de la legalización (o despenalización, según se le quiera ver) ofrecen derechos a las mujeres cuando en realidad, son precisamente los derechos de las mujeres los que quedan fuera y lo que es peor, trasgredirían otros derechos fundamentales, como el derecho a la vida de un bebé que podría ser asesinado sin más motivación que el egoísmo y la soberbia.
Pero también hemos visto que el Gobierno pretende ofrecer dádivas a las mujeres para que no aborten. Ambas propuestas solo aumentarán el número de embarazos no deseados. Se requiere responsabilidad gubernamental.
Por último, pedir a los legisladores congruencia. Curiosamente, son los de izquierda quienes promueven la legalización del aborto. ¿Olvidan acaso que los principios de la izquierda real son en van en contra del aborto? Deben recordar que en la Rusia comunista, de donde proviene la ideología de los izquierdistas mexicanos, se penalizó duramente el asesinato de los niños no nacidos, alegando que la práctica del aborto era un residuo de la conciencia burguesa. ¿Son ya parte de la burguesía que tanto atacan?
Por cierto, los líderes de la desaparecida Unión Soviética llegaron a burlarse de las anteriores autoridades rusas, diciendo que al único que benefició la despenalización del aborto en 1920, fue al Zar, cuya esposa tenía fama de abortar los fetos producidos por sus relaciones extramaritales con los oficiales del régimen. Moraleja para los diputados que lo promueven: ¿Apoyan el aborto discrecional porque pretenden ocultar que sus mujeres les son infieles?
El que esté libre de ideologías y extremismos religiosos, que lance la primer propuesta sensata, equilibrada, seria, responsable.

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Fichero Político Angel Mario Ksheratto Cínica, la pseudodirigente magisterial no deja lugar a las dudas respecto a su debilidad por el dinero ajeno. Cuando hace unos días Elba Esther Gordillo Morales, dijo que vivía de su “modesto” sueldo como dirigente sempiterna de un grupo de maestros conocidos como “charros”, nadie le creyó; su larga historia de corrupción, mentiras, simulación y sometimiento, dijo rotundamente lo contrario. Ella misma se encargó de confirmar la incredulidad de los mexicanos, regalando doce camionetas de súper lujo a igual número de dirigentes estatales. Sin duda, un acto de inmoralidad espantosa que obliga a exigir a ésta señora, alejarse definitivamente de la espuria dirigencia que dice tener en sus manos. Vergonzosamente, en ese mismo evento la supuesta dirigente magisterial exigió al Gobierno Federal más presupuesto, según ella, para mejorar las paupérrimas condiciones de la educación en México. Imposible creer que ése dinero vaya a las escuelas de cartón que

Apunte sobre la entrevista Scherer-Zambada

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Las rabietas de MVC

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