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Crimen con licencia

Fichero Político
Angel Mario Ksheratto



En sumaria carta dirigida al titular de Salud, la familia de Blanca Estela Salinas Flores denuncia un caso más de negligencia médica y expone la barbarie hospitalaria que dejó de herencia la dictadura de Pablo Salazar y el ex secretario de ese ramo, René Estrada Arévalo quien a pesar de ello, hoy despacha como “rector” de la UNACH, cargo que le fue conferido por el dictadorzuelo para salvarlo de un juicio por crímenes de lesa humanidad. La entendible indignación de una familia que fue engañada y tratada con despotismo por parte de los carniceros con bata de médico, también refleja la pobreza moral en que quedó una institución que hoy, por justicia y conciencia, las nuevas autoridades deben revisar para, por fin, dignificar el servicio para los más necesitados de éste país.


“Los resultados (de los médicos del Hospital Rafael Pascacio Gamboa) arrojaron un diagnóstico de linfoma B de células grandes difuso; el doctor Juan José Sánchez Álvarez aseguró a mi padre y a mí que ‘había mucho qué hacer’ por la recuperación de mi madre y pasó el caso al doctor hematólogo Hernández Zamudio, quien casi de inmediato programó la aplicación del primer ciclo de siete quimioterapias y extendió la receta de los medicamentos a aplicarse en la quimio –en números desproporcionados por cierto– porque en el Hospital no contaban con ellos”, relata Valeria Valencia Salinas, hija de la víctima de 64 años.


Un supuesto cardiólogo de ese centro asistencial, sin embargo, concluyó que la señora Salinas Flores no era apta para recibir quimioterapia, diagnóstico que hizo saber al doctor Hernández Zamudio pese a lo cual, éste las aplicó en medio de una serie de irregularidades, como por ejemplo, la ineficacia de la sonda gastronómica que obligó a la pa

ciente a permanecer si la alimentación apropiada. Con todo, los carniceros la dieron de alta, muriendo doña Blanca Estela dos días después tras una terrible agonía de dolor y desesperación. Cabe señalar que dicha tragedia ocurrió entre noviembre y diciembre pasados, en los últimos estertores de Estrada Arévalo en la Secretaría de Salud. Es bueno recordar que durante la dictadura pablista, en cuestiones médicas el estado sufrió uno de sus peores descalabros y descontrol, así como desabasto de medicinas.

Y de negligencia, ni hablar. Por ahí conservo una grabación donde un grupo de médicos y enfermeras de ese hospital se regocijaban de la borrachera que se habían puesto durante las fiestas de fin de año (fue a principios del 2004) y cómo, por andar en estado de embriaguez, un paciente que llegó con el 90 por ciento del cuerpo quemado, murió cuando a una enfermera se le cayó de la cama mientras los limpiaba. “Es que al pendejo se le despellejó la piel del brazo, por eso se me resbaló”, dice una de ellas en medio de escandalosas risotadas.

¿Justicia?, ni pensarlo

“Tanto mi madre como nuestra familia fuimos víctimas, no sólo de le negligencia médica de los ‘especialistas’ mencionados, sino de su insensibilidad y falta de ética, ya que ellos sabían perfectamente que el estado de mi madre era terminal, y sin embargo, nunca se nos dijo. No sólo se nos omitió esa realidad –que ahora, a la distancia la podemos ver– sino que además tanto Sánchez Álvarez como Hernández Zamudio, se portaron como verdaderos mercaderes de la salud, ya que, conscientes del estado terminal de mi mamá, insistieron en una operación a sabiendas que ello solo aceleraría su inevitable muerte.



Quienes se cree, están para ayudar a dar vida, lucraron con nuestra esperanza, dándonos en todo momento aliento de que mi madre se recuperaría, cuando ellos sabían que ya no había salida. Se aprovecharon nuestra desesperación. Hoy somos nosotros. Mañana puede ser cualquier otra familia que padezca un sistema que, lejos de ser de salud, es de muerte; donde si no se tiene el dinero para las medicinas, simplemente los expulsan, como vimos en tantos casos durante nuestra estancia de un mes un día en el hospital. Nos sentimos avergonzados por la clase de médicos que trabajan en el sistema de Salud Pública de Chiapas. Nos sentimos burlados, engañados, al constatar la manipulación de la que fuimos objeto por esos dos seudo médicos quienes, cabe agregar, se les tenía que rogar para que atendieran a nuestro paciente y se molestaban cada vez que nosotros preguntábamos por el estado de salud de mi madre. Lamentamos, como chiapanecos, que se nos trate como números y que en un estado que se dice democrático no tengamos garantizado un derecho tan humano como lo es la salud”, dice en su misiva la familia de una víctima más de aquella aterradora noche que vivió Chiapas.


Como ése, miles de casos más que nos obligan a exigir justicia; recordemos aquellos niños asesinados en un hospital de Comitán; recordemos a los cientos de indígenas que murieron por falta de asistencia médica; recordemos a los miles de presos que no tienen ni una aspirina para curarse un dolor de cabeza, recordemos aquellos falsos discursos de Pablo Salazar y Estrada Arévalo que hoy, lo sabemos a ciencia cierta, fueron demagogia, mentiras, engaños y burlas. Hay quienes dicen que no se debe pedir justicia porque nunca se hará. Yo creo que debemos confiar en el nuevo gobierno y esperar a que se legitime metiendo a la cárcel a todos esos rateros que lucraron con las necesidades del pueblo. Tenemos derecho a exigir justicia y tenemos esperanza de ver cumplido ese anhelo.

Tarjetero

*** Vicente Aguilar es de esas ladillas pablistas que quiso quedarse como oreja de Pico Sauza, a quien pasaba informes confidenciales de las giras y otras actividades del gobernador Sabines, aprovechando que le habían dejado en una de las áreas más sensibles para la seguridad del Jefe del Ejecutivo. Un asunto delicadísimo. Lo bueno que, dicen, ya está en la calle, pidiendo chicha a sus compadres para que lo ayuden. *** Luego nos leemos.

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