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Cien días

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Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


Para algunos, los primeros cien días de un gobierno mexicano son los que determinan el resto del sexenio; falso. Primero, porque cien días es poco más del 4 por ciento del total del tiempo en que un hombre habrá de gobernar y por tanto, si las matemáticas no se enredan, es un lapso definitivamente corto para calificar o desacreditar a un gobernante o lo que es peor, para que un gobierno suelte las campanas al viento y busque una posición privilegiada en la opinión pública. En segundo lugar, las acciones realizadas en los primeros cien días, por regla general, son solo el “boom” político que permite, al gobernante conocer el terreno que pisa y al gobernado, encontrar su ubicación en el contexto de los intereses que persigue. Sin embargo, como parámetro social, los primeros cien días pueden ser significativos en términos de credibilidad y confianza, principalmente en aquello que se relaciona con el pasado reciente y, obviamente, el futuro inmediato. De ahí que los resultados de esos cien días, más que motivos para celebraciones innecesarias, deben ser fuente de reflexión para seguir construyendo un programa a largo plazo.

En eso, el gobierno de Juan Sabines marca una diferencia con el de Felipe Calderón; el primero fue cauto y sobrio en sus primeros cien días, mientras que el segundo voló todas las campanas con retóricas acompasadas de esperanzas fantasmales. Ello generó para el Presidente de la República una serie de críticas que menguaron su credibilidad y lo colocaron en un sitial de alto riesgo para sus propias expectativas. En el caso de Sabines, vimos en cambio, un reposicionamiento que lo obliga a mejorar en aquellos aspectos en los que hubo márgenes de error o que de plano, acusaron serias fallas. En palabras sencillas, el gobernador no ha caído en el simplismo del deber cumplido en el menor tiempo posible, sino por el contrario, ha asumido sus primeros cien días como el plan piloto de su sexenio, lo cual puede verse en el cúmulo de asuntos solucionados en materia social. Esto, desde luego, no puede anotarse como el gran logro sexenal, sino como la plantilla sobre la que deberá mantenerse la política durante los próximos 2 mil 90 días. En ese contexto es de resaltar la serenidad con que Sabines gobierna; no por haber cumplido cien días de ajetreo por todos lados, ha cumplido con su deber y eso lo sabe.


Marcada división


No obstante, éstos cien días también han servido para que la sociedad distinga entre lo políticamente correcto y los compromisos de campaña; lo políticamente correcto es que un gobernante asuma el mando absoluto de su administración con los personajes que él considere los más eficaces para cumplir los compromisos de campaña con la gente y no con los grupos de poder.

El reclamo generalizado de todos los ciudadanos es que, dentro de lo políticamente correcto, Juan Sabines deshaga el nudo político con el pablismo y tome por completo las riendas del Gobierno del Estado. De cada 10 chiapanecos, nueve están en contra de la continuidad de los funcionarios del pasado régimen; muy pocos entienden que ahí hubo algún compromiso de campaña que se trata de cumplir, pero que no se acerca a lo que la gente en realidad espera. Ello de alguna manera ha bajado la confianza de los chiapanecos en su gobierno, aunque no es determinante, por lo menos hasta hoy. Es decir, la gente parece estar dando un margen de confianza a su gobernador, pero con ciertas limitaciones.
A lo largo de éstos primeros cien días, hemos visto cómo los pablistas dentro de la esfera del gobierno doméstico, han tratado infructuosamente de poner piedras al camino de Sabines; ese es un riesgo que, aunque bajo control, no deja de preocupar a los ciudadanos, puesto que en términos reales, existe un marcado divisionismo entre los funcionarios pablistas y los sabinistas. Sin duda, un gobierno con ese estigma, tiene más preocupaciones de las habituales que le obligan a distraerse de asuntos de mayor importancia para los gobernados. Por eso, lo urgente es una definición determinante del futuro inmediato. Juan Sabines ya ha demostrado que, con todo y el grupo de funcionarios pablistas oponiéndose a su plan de trabajo, ha llegado a la primera base de su juego… Pero no siempre puede ser así. Si algo ha de reclamársele hasta hoy, es la continuidad de los pablistas; lo demás, es elogiable.


Tarjetero


*** Rafaél Camargo Vidal y Jorge Díaz Pascacio, panistas por conveniencia, son de los que ahora que ven adornada la mula, quieren montarse en ella para alcanzar lo que no habrían logrado antes, dada su incompetencia e ineficacia; su historial de ignorancia e incapacidad es notoria y vergonzante para un partido político que se precia de tener en sus filas a los más sabihondos personajes. Una cucharadita de la “sabiduría” de ambos para darnos cuenta que sus perretas por todo lo que se opone a sus ambiciones personales, no son más que un insulto a su propia personalidad: Ambos, curiosamente, se inscribieron en un concurso para la delegación de la SEDESOL y los dos perdieron los exámenes, que cualquier chamaco de kínder hubiera ganado con los ojos vendados. Ambos han sido funcionarios (uno con Pablo y otro con Enoch Araujo en la alcaldía capitalina) y los dos salieron más manchados que una cebra cruzada con jirafa. ¿Qué pretenden ahora? Se lo contaré después. *** Marthita Flores debe ponerse viva en el Instituto del Deporte pues su administrativo, está acosando laboralmente al personal, especialmente a las mujeres. Eso no debería suceder, puesto que Marthita es mujer y debe velar por los intereses de las de su género. Digo. Nomás digo. *** Luego nos leemos.

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