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Negocio sexenal

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto

Casi de entrada, Vicente Fox y Pablo Salazar se regodearon con la apertura de una fábrica textilera que daba empleo a cientos de mujeres indígenas; el concepto era parecido al que Kamel Nacif, venía imponiendo en algunos centros penitenciarios en donde se explota a los presos por miserables sueldos. Entonces, Nacif era el empresario modelo, el hombre altruista preocupado por dar al nivel de vida de los presos y las mujeres indígenas, la dignidad perdida. Los elogios para él era desmesurados y rayaban en el absurdo. Era el padre amoroso, el marido responsable, el amigo cabal con que contaban el presidente de la República y el gobernador del estado. ¡Vaya!, era el orgullo que todos querían tener en el centro de su corazón.
Vino el peso de los hechos y luego se supo que Kamel, no era más que un vulgar comerciante de influencias y un probable usuario de niños para sus apetitos sexuales; se le involucró a Jean Succar Kury y a toda una red de pederastas y se supo también que antes que amigo, era el domador de gobernantes y legisladores, quienes se arrodillaban ante su sola presencia. El emporio empezó a tambalear y hasta la mujer de Nacif se volvió factor determinante para terminar de desnudar al monstruo que se había ocultado en las esferas del poder público de México. Pero antes de saber a ciencia cierta de quién se trataba el personaje en cuestión, abrió una posibilidad para las indígenas, posibilidad que terminó en pesadilla al cerrarse intempestivamente la fábrica de textiles en San Cristóbal de las Casas, dejando en la calle a las obreras que habían fincado la esperanza de un futuro cierto, a pesar de las condiciones de esclavitud en que desarrollaban su trabajo. A varios días del cierre de esa sexenal fábrica, nadie más ha tocado el tema. Es como si nada hubiese sucedido y menos que existan voces exigiendo el pago de todas las prestaciones de rigor y lo peor, que se brinden algunas explicaciones en torno a un hecho que llama poderosamente la atención en virtud de estar sus promotores y propietario, en el centro de un huracán que no parece estatizarse y que sigue apuntando hacia el tema de la pederastia y la red de sujetos que componen ese misterioso círculo y que, por lo que vimos en los momentos álgidos del escándalo, abrazó al mismo Pablo Salazar, encargado de procurar defensas periodísticas de los principales capos de esa poderosa banda que poco a poco se está destruyendo. La fábrica de textiles, como corolario de un negocio sexenal, no solo es un problema laboral, sino un asunto de moral pública que debe aclararse y que debe tener los resolutivos necesarios para llegar al fondo de una sospecha que flota en el aire y que tiene qué ver con el tenebroso plan de los pablistas para seguir usufructuando el poder político que, al parecer, empiezan a perder.

Sospechas de complot

La repentina desaparición de esa fuente de trabajo parece no tener sus causas en la aparente descapitalización de un empresario que ha amasado inmensas fortunas en el tráfico de influencias y otros negocios relacionados con el sexo infantil como se dice en círculos de la alta política y corrillos judiciales del Distrito Federal. Tampoco en los problemas maritales que enfrenta Nacif y que fueron comidilla en los Medios de Comunicación en los que él trató a su propia esposa como a la peor de las mujeres.
Analistas serios siguen creyendo que el cierre de esa fábrica en realidad fue un recurso mal planeado para una de dos cosas: la primera, chantajear al Gobierno del Estado para que éste cediera a algunas exigencias relacionadas con el tema de los impuestos y otras canonjías y la segunda, crear un conflicto laboral-indígena que provocase un desbarajusto social al recién estrenado gobierno hasta lograr su debilitamiento. La base para ésta última teoría es que, dada la profunda amistad de Pablo con Kamel, el primero pudo haber convencido a su amigo para ayudarle a crear condiciones de inestabilidad social, que a su vez servirían para llevar al borde a su sucesor.
Ahora bien, tras esa pertinaz sospecha hay elementos de juicio que deben analizarse con cuidado. Por ejemplo, el asunto del terreno y las instalaciones de dicha fábrica. Si mal no recordamos, durante la inauguración se dijo que era una inversión compartida entre el entonces honrado empresario y el Gobierno del Estado. No se ha sabido que éste, como institución de interés público haya recuperado lo que al pueblo pertenece y mucho menos, que el fracasado empresario haya temido la honradez de devolverlo a su legítimo propietario. Ante ello es urgente que se den explicaciones sobre ese tema. No vaya a ser que pase el tiempo y luego nos enteremos que ese terreno y las instalaciones, son propiedad de Kamel nacif o lo que es peor, que terminen siendo parte del abultadísimo peculio de Pablo Salazar Mendiguchía. Como vemos, ahí hay una obligación moral que se debe cumplir por respeto a los chiapanecos. Y debe también, revisarse las condiciones en que esos cientos de mujeres han sido despojadas de su empleo. Los tiempos de negocios sucios entre gobernantes y empresarios fatuos, han pasado, sin que eso quiera decir que no se deba hacer justicia. Eso es una exigencia de todos.

Tarjetero

*** En la Secretaria de Salud, las cosas no pintan como debiera. Recogidos del más negro de los pasados, algunos doctores incrustados en puestos clave, se llenan la boca acosando a los sabinistas bajo el perverso alegato que “por instrucciones” del mismísimo gobernador, éstos están fuera del plan de salud. Pero el historial no los ayuda y sí, empobrece al titular de esa dependencia, cuya capacidad nadie discute. Veamos algunos nombres: James Gómez fue descubierto saqueando los almacenes de medicina en tiempos de campaña por cuya razón fue a parar a la cárcel. Hoy se presume indispensable y con la mano en la cintura, habla mal de Sabines, de su jefe en esa secretaría y se dice intocable. Como éste, por lo menos otros cinco personajes tratan de desestabilizar a esa dependencia. Sus nombres, por razones de espacio, se los daremos en breve. *** Luego nos leemos.
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